sábado, febrero 15, 2020

DUELO DE CAMPEONES


El haber sido 2 años seguidos campeón de España junior de lanzamiento de peso me sirvió, entre otras cosas, para obtener una beca en una Universidad de USA. El gran incentivo de aquella beca, aparte de la formación académica que iba a recibir, residía en que mi entrenador iba a ser Randy Barnes, uno de los grandes lanzadores de peso de la historia reciente, campeón olímpico en Atlanta 1996.

Mientras volaba hacia USA estaba muy excitado pensando que iba a conocer a uno de los grandes ídolos deportivos de mi vida, por no decir que el más grande.

Grande en todos los sentidos, como deportista y como hombre, ya que su planta de  1,95 metros y 140 kilos era realmente impresionante. O por lo menos, lo era mientras competía y yo le observaba admirado por la TV.

El primer día de entrenamiento estaba bastante nervioso porque, por fin, iba a conocer al ídolo de toda mi vida. Por eso, cuando le vi aparecer, me quedé impresionado. A pesar de que ya rondaba los 50 años, no había perdido nada de su espectacular planta. Embutido en un ajustado chandal, seguía marcando un cuerpo forjado en muchas horas de gimnasio y entrenamiento. Era un auténtico espectáculo como movía aquel tremendo corpachón, con la misma agilidad que cuando tenía 20 años menos. Tenía un carácter bastante duro y su mirada podía resultar fulminante si no hacías las cosas bien. Pero todo aquello me servía de acicate, ya que sabía que era el mejor y con el que más cosas podría aprender. Además el estar tantas horas cerca de él me producían una excitación difícil de explicar.

Mis primeros meses en la Universidad fueron bastante intensos y apenas tuve tiempo para divertirme. Entre las clases de la mañana y los duros entrenamientos de la tarde tenía toda la jornada ocupada. A pesar de ello, conseguí llevarme a un par de chicos a la cama. Unas auténticas bestias de más de 100 kilos, con poco cerebro, pero insaciables en el sexo, como yo.

Así transcurrieron 3 meses y poco a poco me iba integrando en la vida “yankee”, tan diferente a la nuestra. Mi relación con el entrenador era buena, pero sin llegar a ser cordial. Hasta que un día me llamó a su despacho después del entrenamiento. Aquello no era normal y estaba un poco nervioso ante la nueva situación:

- Bien.- me dijo, mostrando una de sus mejores sonrisas.- Me he enterado de que eres español y creo que puedes ayudarme. Verás he empezado a asistir a clases de español y me gustaría poder practicar contigo, durante los entrenamientos y después de ellos. Si no te importa, claro está.

- No, no .- respondí balbuceante. Como me iba a importar estar más tiempo junto a él.

- Si quieres, puedes venir a pasar este fin de semana a mi casa. Podremos practicar y conocernos mejor. Espero que no te moleste mi invitación.  Quizás tengas otros planes...

¡Cómo me iba a molestar! La posibilidad de convivir un par de días con mi ídolo de siempre era lo mejor que me había pasado en la vida

- No tengo ningún inconveniente, iré encantado.- Respondí, tratando de ocultar mi excitación.

- Entonces te espero mañana a las 8 en mi casa. Aquí tienes mi dirección. Ok?.- Y me guiñó un ojo

- Ok..- respondí.

Salí del despacho con el papelito de la dirección apretado entre mis dedos y eufórico por la noticia. Apenas pude dormir aquella noche, pensando en aquel fin de semana tan apasionante que me esperaba.



A las 8 de la tarde del viernes estaba delante de su casa. Era una buena casa, en el barrio residencial de la ciudad. Se ve que el tipo había hecho dinero y le gustaba vivir bien. Toqué el timbre, preso de cierto nerviosismo, por aquella situación que hubiera sido impensable para mí 3 meses antes.

A los pocos segundos se abrió la puerta principal de la casa y el entrenador apareció ante mí, tan sonriente como la última vez que lo vi. Llevaba una camiseta de color rojo y unos viejos pantalones vaqueros, bastante gastados.

-                     Perdona que te reciba así, tan desarreglado, pero es que he estado arreglando algunas cosas en el jardín y no me ha dado tiempo a terminar.

¡Qué me iba a importar! Verle así, con ropa de trabajo y sudado, me excitaba más todavía. Por lo que le respondí con una sonrisa.

Pero lo mejor estaba por llegar. Según íbamos caminando por el amplio jardín y mientras yo me recreaba con la visión de su hermoso trasero, me soltó:

- Mi mujer y mis hijos están fueran de la ciudad, visitando a un familiar. Así que estaremos solos y nadie nos molestará – y girando su enorme cuerpo me dedicó una de sus mejores sonrisas.

Yo estaba que no me lo creía. Aquello se ponía cada más interesante. Los dos solos es aquel casoplón todo el fin de semana.

-       Voy a darme una ducha – si quieres te puedes relajar en el salón.

-       Ok – le respondí de manera seca, tratando de que notase lo nervioso que estaba

Mientras el se metía en el cuarto de baño yo pasé junto a la que debía ser su dormitorio. Bueno, el suyo y el de su mujer. Asomé la cabeza y vi la enorme cama en la que seguro que el entrenador follaba como un animal. Observé que encima de la cama había ropa interior. No pude contenerme y entré en la habitación para coger un montón de calzoncillos y empezar a olisquearlos para sentir su olor a mucho. Un olor que me hizo estremecer y olvidarme de donde estaba y de  lo que estaba haciendo.

-       Vaya, vaya…ya veo que no pierdes el tiempo... Yo que te iba a invitar a ducharte conmigo y has encontrado otro entretenimiento – escuché a mi espalda, con una voz grave – si quieres oler a macho de verdad no tienes más que venir aquí

-       Esto, yo no… - intenté justificarme, pero estaba claro que me había pillado con las manos en la masa por lo que la única solución era hacer lo que me decía.

Rápidamente me quité la camiseta, el calzado y el chándal y me acerqué a él, pudiendo contemplar su enorme cuerpo. Seguí luciendo espectacular. Yo diría que más, porque había ganado algunos kilos y eso le hacía aún más deseable. No cabía duda de que había mejorado con los años.

Mientras acercaba su boca a la mía soltó la toalla y pude agarrar con mi mano su hermosa herramienta. Era como la había imaginado en mis sueños más húmedos. Gorda y dura como una piedra, preparada para cualquier batalla.

Empezamos a acariciarnos mientras nuestras bocas se unieron en un intenso beso. Sus gruesos labios se fundieron con los míos, mientras nuestras lenguas se buscaban en el interior de la boca. Así estuvimos un buen rato, hasta que el entrenador me sonrío y con una mirada me invitó a que me agachara.

Atrapé su pollón con mis manos y me lo metí en la boca. A pesar de lo grande que era me lo comí entero y empecé a chuparlo para detrás y para adelante.

-       Cabrón! Sabes chupar la polla de un hombre!! Es toda para ti. Vaya gustazo que me estás dando!!! – y empezó a gemir.
Yo seguía con mi tarea mientras el entrenador me agarró la cabeza con su enorme mano para acompañar el ritmo de mi mamada.

Solté un momento la polla para meterme sus huevos en la boca. De uno en uno porque tenían el tamaño de una bola de billar, por lo menos.

-            Lo están haciendo muy bien, cabronazo!!! – Ahora quiero ver que escondes debajo debajo de ese canzoncillo. Por el bulto que estás marcando, debe ser algo bien hermoso.



Me alzó con fuerza y después de besarnos un rato, me empujó para que me sentara en la cama. Se agachó delante de mi y con su poderosa mano liberó mi tranca de la prenda interior.

-            ¡Hostias! Es más gorda que la mía! – y me la agarró con fuerza, asombrado por el grosor de mi herramienta

Y es que aunque mi polla era algo más corta que la suya era bien gorda, algo que asustaba al principio a muchos de mis amantes.

Agarró con una mano mis pelotas y empezó a succionarme el miembro, al principio con mayor suavidad hasta que una vez bien colocado en su boca, aumentó la intensidad. Yo puse mi mano sobre su cabeza para acariciar su pelo, su cuello y después la parte superior de su descomunal espalda.

Así estuvimos un buen rato, hasta que se puso de pies y volvimos a besarnos. Y aproveche para tumbarlo sobre cama y ponerme encima suyo. Poco a poco fui bajando por su pecho hasta atrapar su polla que empecé a chupar. Primero la punta, después el tronco para terminar atrapando otra vez sus duras pelotas. El entrenador gemía, cada vez caliente y empezó a alzar sus piernas.

Había llegado el momento de saborear su culo. Puse la raja a la altura de mi cara y después de soltar un sonoro escupitajo, hundí mi lengua en su peludo ojete. Su culo se abría poco a poco ante mis embestidas, mientras mi cabeza se perdía entre sus poderosas ingles.

-       ¡Joder, cabrón!. Como me estás poniendo el culo! – les escuchaba decir mientras saboreaba el delicioso manjar que me ofrecía.



De repente me levanté y me puse otra vez encima suyo mientras él seguía con las piernas bien abiertas. Me sentía poderoso, dominando aquel hombre que durante muchos años había sido del protagonista de mis húmedas fantasías eróticas.

Nos besamos apasionadamente, abrazándonos con fuerza, como dos animales salvajes que luchan por demostrar quién es el más fuerte. Esta consiguió dominarme y con rápido giro me tumbó sobre la cama.

Alejó un instante su rostro y dedicándome  una de sus mejores sonrisas, espetó:

-       Me encantaría follarte ahora mismo. Quiero estar dentro tuyo y bombearte con fuerza.

Yo le respondí con otra sonrisa y sin mediar palabra me di media vuelta en la cama poniéndome a cuatro patas.

-       Uff, vaya culo más tremendo!! – dijo mientras con su mano acariciaba mi raja.

Separó bien mis piernas y se agachó para soltar un fuerte escupitajo mientras apartaba mis nalgas. A continuación soltó un fuerte bufido y pude notar como su lengua empezaba a lamer las paredes que rodeaban mi ano. Cuando hubo esparcido bien la saliva, la punta de su lengua empezó a escarbar en mi agujero. Yo notaba como si un afilado arpón estuviera entrando en mis entrañas

-       Hostias!! – solté sin poder contener un taco – Es lo mejor que me han hecho en la vida – acerté a decir, mientras me retorcía de gusto sobre la cama

-       Espérate, cariño, que pronto vas a sentir el arpón de verdad – contestó al mismo tiempo que me daba una fuerte palmada en el culo.

Una vez que hubo lubricado bien mi agujero, se puso de pies y empezó a  golpearme las nalgas con su herramienta, que estaba dura como una barra de acero. Con la ayuda de su mano fue acercándola hasta la entrada de mi culo, hasta que pude notar que empezaba a abrirse camino dentro de mí. Solté un fuerte bufido y mi rostro se contrajo, pero no quise mostrar ningún signo de debilidad. El ser perforado por aquel animal compensaba cualquier dolor, que seguramente sería pasajero.

Alojada la tranca, soltó la mano y empezó a bombearme con suavidad. Yo ya no sentía dolor sino un inmenso placer con aquella barra recorriendo el interior de mi túnel

-       ¡¡¡Dios!!! ¡¡Qué gusto perforar tu culo!! – bramó el entrenador mientras empezaba a embestirme con más fuerza. A la vez que me follaba con más fuerza podía notar y escuchar el golpeteo de sus pelotas contra mi culo.

Mientras aquel animal empujaba una y otra vez su tranca dentro de mí, yo agarré la mía y empecé a pajearme, cada vez más fuerte.

No sé cuanto duró aquella follada, pero de repente sacó su miembro y me dio una fuerte palmada en el culo

-       Estoy a punto de correrme, cabrón, pero antes de eso quiero sentir mi carne dentro de mí y que me inundes con tu leche

-       Sí, señor – acerté a decir.

-       Y quiero ver la cara de vicio que pones mientras lo haces.

Yo obedecí sin rechistar y me puse de pie mientras él se tumbaba sobre la cama, boca arriba, agarrándose la herramienta.

-       Vamos, a que esperas que lo estás deseando – me dijo, a la vez que elevaba sus enormes piernas y las colocaba sobre mis hombros.

No podía creer que aquella mala bestia estuviese a mi merced, implorándome que me lo follara. Pero, para mi disfrute, era verdad.

Coloqué la punta de mi rabo en la entrada de su culo y fui deslizándolo suavamente mientras me echaba sobre su corpachón. Su rostro se descompuso ligeramente cuando le metí la polla hasta el fondo, pero no se quejó. En su rostro se adivinaba el placer que le estaba provocando

-       Así, cachorro, así, sigue así, más fuerte, quiero sentir tu pollón dentro de mí, bien duro y bien caliente

Sus palabras actuaban como un resorte en mi cerebro, dándome más potencia para mis embestidas.  Mientras yo bombeaba sobre él sin compasión, el entrenador soltó un escupitajo sobre la palma de la mano derecha y se lubricó su hermoso tarugo, para a continuación empezar a pajearse, primero más lentamente hasta hacerlo con total violencia.

-       Dame más fuerte cabronazo, demuéstrame que puedes follarte a un tiarrón como yo – me dijo con ese tono autoritario que utilizaba durante los entrenamientos - ¡Dame toda tu leche!

En ese momento noté como  mi semen salía de los testículos para recorrer el túnel y explotar sobre su enorme pecho, al mismo que un grito gutural salía desde lo más profundo de mi garganta.

El entrenador siguió agitando su enorme miembro hasta que un enorme chorro salió de su interior como si fuese un volcán, a la vez que retorcía su rostro de placer y se mordía el labio inferior.

Durante unos segundos permanecimos en silencio, mientras intentábamos recuperar la respiración después de aquel descomunal esfuerzo.

-       ¡Ha sido increíble! No sólo eres un campeón en el estadio sino también lo eres en la cama. Nadie me había follado así en la vida y eso que ya soy bastante viejo – y soltó una sonora carcajada

Yo también me reí y me acosté sobre su pecho. Ambos estábamos empapados en sudor y semen, pero no nos importaba. Queríamos notar el calor de nuestros cuerpos. Estábamos exhaustos por el esfuerzo y nos quedamos dormidos Al rato, nos despertamos y nos duchamos juntos. Esta vez fue el entrenador el que descargó su pistola dentro de mí. Después cenamos y nos acostamos juntos, aunque al poco rato ya estábamos otra vez jugando y es que los dos éramos insaciables… dos auténticos campeones.




PINONE

No hay comentarios: