El
haber sido 2 años seguidos campeón de España junior de lanzamiento de peso me
sirvió, entre otras cosas, para obtener una beca en una Universidad de USA. El
gran incentivo de aquella beca, aparte de la formación académica que iba a
recibir, residía en que mi entrenador iba a ser Randy Barnes, uno de los
grandes lanzadores de peso de la historia reciente, campeón olímpico en Atlanta
1996.
Mientras
volaba hacia USA estaba muy excitado pensando que iba a conocer a uno de los
grandes ídolos deportivos de mi vida, por no decir que el más grande.
Grande
en todos los sentidos, como deportista y como hombre, ya que su planta de 1,95 metros y 140 kilos era realmente
impresionante. O por lo menos, lo era mientras competía y yo le observaba
admirado por la TV.
El
primer día de entrenamiento estaba bastante nervioso porque, por fin, iba a
conocer al ídolo de toda mi vida. Por eso, cuando le vi aparecer, me quedé
impresionado. A pesar de que ya rondaba los 50 años, no había perdido nada de
su espectacular planta. Embutido en un ajustado chandal, seguía marcando un
cuerpo forjado en muchas horas de gimnasio y entrenamiento. Era un auténtico
espectáculo como movía aquel tremendo corpachón, con la misma agilidad que
cuando tenía 20 años menos. Tenía un carácter bastante duro y su mirada podía
resultar fulminante si no hacías las cosas bien. Pero todo aquello me servía de
acicate, ya que sabía que era el mejor y con el que más cosas podría aprender.
Además el estar tantas horas cerca de él me producían una excitación difícil de
explicar.
Mis
primeros meses en la
Universidad fueron bastante intensos y apenas tuve tiempo
para divertirme. Entre las clases de la mañana y los duros entrenamientos de la
tarde tenía toda la jornada ocupada. A pesar de ello, conseguí llevarme a un
par de chicos a la cama. Unas auténticas bestias de más de 100 kilos, con poco
cerebro, pero insaciables en el sexo, como yo.
Así
transcurrieron 3 meses y poco a poco me iba integrando en la vida “yankee”, tan
diferente a la nuestra. Mi relación con el entrenador era buena, pero sin llegar
a ser cordial. Hasta que un día me llamó a su despacho después del
entrenamiento. Aquello no era normal y estaba un poco nervioso ante la nueva
situación:
-
Bien.- me dijo, mostrando una de sus mejores sonrisas.- Me he enterado de que
eres español y creo que puedes ayudarme. Verás he empezado a asistir a clases
de español y me gustaría poder practicar contigo, durante los entrenamientos y
después de ellos. Si no te importa, claro está.
-
No, no .- respondí balbuceante. Como me iba a importar estar más tiempo junto a
él.
-
Si quieres, puedes venir a pasar este fin de semana a mi casa. Podremos
practicar y conocernos mejor. Espero que no te moleste mi invitación. Quizás tengas otros planes...
¡Cómo
me iba a molestar! La posibilidad de convivir un par de días con mi ídolo de
siempre era lo mejor que me había pasado en la vida
-
No tengo ningún inconveniente, iré encantado.- Respondí, tratando de ocultar mi
excitación.
-
Entonces te espero mañana a las 8 en mi casa. Aquí tienes mi dirección. Ok?.- Y
me guiñó un ojo
-
Ok..- respondí.
Salí
del despacho con el papelito de la dirección apretado entre mis dedos y
eufórico por la noticia. Apenas pude dormir aquella noche, pensando en aquel
fin de semana tan apasionante que me esperaba.
A
las 8 de la tarde del viernes estaba delante de su casa. Era una buena casa, en
el barrio residencial de la ciudad. Se ve que el tipo había hecho dinero y le
gustaba vivir bien. Toqué el timbre, preso de cierto nerviosismo, por aquella situación
que hubiera sido impensable para mí 3 meses antes.
A
los pocos segundos se abrió la puerta principal de la casa y el entrenador
apareció ante mí, tan sonriente como la última vez que lo vi. Llevaba una
camiseta de color rojo y unos viejos pantalones vaqueros, bastante gastados.
-
Perdona
que te reciba así, tan desarreglado, pero es que he estado arreglando algunas
cosas en el jardín y no me ha dado tiempo a terminar.
¡Qué
me iba a importar! Verle así, con ropa de trabajo y sudado, me excitaba más
todavía. Por lo que le respondí con una sonrisa.
Pero
lo mejor estaba por llegar. Según íbamos caminando por el amplio jardín y
mientras yo me recreaba con la visión de su hermoso trasero, me soltó:
-
Mi mujer y mis hijos están fueran de la ciudad, visitando a un familiar. Así
que estaremos solos y nadie nos molestará – y girando su enorme cuerpo me
dedicó una de sus mejores sonrisas.
Yo
estaba que no me lo creía. Aquello se ponía cada más interesante. Los dos solos
es aquel casoplón todo el fin de semana.
-
Voy a
darme una ducha – si quieres te puedes relajar en el salón.
-
Ok – le
respondí de manera seca, tratando de que notase lo nervioso que estaba
Mientras
el se metía en el cuarto de baño yo pasé junto a la que debía ser su
dormitorio. Bueno, el suyo y el de su mujer. Asomé la cabeza y vi la enorme
cama en la que seguro que el entrenador follaba como un animal. Observé que
encima de la cama había ropa interior. No pude contenerme y entré en la habitación
para coger un montón de calzoncillos y empezar a olisquearlos para sentir su
olor a mucho. Un olor que me hizo estremecer y olvidarme de donde estaba y
de lo que estaba haciendo.
-
Vaya,
vaya…ya veo que no pierdes el tiempo... Yo que te iba a invitar a ducharte
conmigo y has encontrado otro entretenimiento – escuché a mi espalda, con una
voz grave – si quieres oler a macho de verdad no tienes más que venir aquí
-
Esto,
yo no… - intenté justificarme, pero estaba claro que me había pillado con las
manos en la masa por lo que la única solución era hacer lo que me decía.
Rápidamente
me quité la camiseta, el calzado y el chándal y me acerqué a él, pudiendo contemplar
su enorme cuerpo. Seguí luciendo espectacular. Yo diría que más, porque había
ganado algunos kilos y eso le hacía aún más deseable. No cabía duda de que
había mejorado con los años.
Mientras
acercaba su boca a la mía soltó la toalla y pude agarrar con mi mano su hermosa
herramienta. Era como la había imaginado en mis sueños más húmedos. Gorda y
dura como una piedra, preparada para cualquier batalla.
Empezamos
a acariciarnos mientras nuestras bocas se unieron en un intenso beso. Sus
gruesos labios se fundieron con los míos, mientras nuestras lenguas se buscaban
en el interior de la boca. Así estuvimos un buen rato, hasta que el entrenador
me sonrío y con una mirada me invitó a que me agachara.
Atrapé
su pollón con mis manos y me lo metí en la boca. A pesar de lo grande que era
me lo comí entero y empecé a chuparlo para detrás y para adelante.
-
Cabrón!
Sabes chupar la polla de un hombre!! Es toda para ti. Vaya gustazo que me estás
dando!!! – y empezó a gemir.
Yo seguía con mi tarea mientras el
entrenador me agarró la cabeza con su enorme mano para acompañar el ritmo de mi
mamada.
Solté un momento la polla para
meterme sus huevos en la boca. De uno en uno porque tenían el tamaño de una
bola de billar, por lo menos.
-
Lo
están haciendo muy bien, cabronazo!!! – Ahora quiero ver que escondes debajo
debajo de ese canzoncillo. Por el bulto que estás marcando, debe ser algo bien
hermoso.
Me
alzó con fuerza y después de besarnos un rato, me empujó para que me sentara en
la cama. Se agachó delante de mi y con su poderosa mano liberó mi tranca de la
prenda interior.
-
¡Hostias!
Es más gorda que la mía! – y me la agarró con fuerza, asombrado por el grosor
de mi herramienta
Y
es que aunque mi polla era algo más corta que la suya era bien gorda, algo que
asustaba al principio a muchos de mis amantes.
Agarró
con una mano mis pelotas y empezó a succionarme el miembro, al principio con
mayor suavidad hasta que una vez bien colocado en su boca, aumentó la intensidad.
Yo puse mi mano sobre su cabeza para acariciar su pelo, su cuello y después la
parte superior de su descomunal espalda.
Así
estuvimos un buen rato, hasta que se puso de pies y volvimos a besarnos. Y
aproveche para tumbarlo sobre cama y ponerme encima suyo. Poco a poco fui
bajando por su pecho hasta atrapar su polla que empecé a chupar. Primero la
punta, después el tronco para terminar atrapando otra vez sus duras pelotas. El
entrenador gemía, cada vez caliente y empezó a alzar sus piernas.
Había
llegado el momento de saborear su culo. Puse la raja a la altura de mi cara y
después de soltar un sonoro escupitajo, hundí mi lengua en su peludo ojete. Su
culo se abría poco a poco ante mis embestidas, mientras mi cabeza se perdía
entre sus poderosas ingles.
-
¡Joder,
cabrón!. Como me estás poniendo el culo! – les escuchaba decir mientras
saboreaba el delicioso manjar que me ofrecía.
De
repente me levanté y me puse otra vez encima suyo mientras él seguía con las
piernas bien abiertas. Me sentía poderoso, dominando aquel hombre que durante
muchos años había sido del protagonista de mis húmedas fantasías eróticas.
Nos
besamos apasionadamente, abrazándonos con fuerza, como dos animales salvajes
que luchan por demostrar quién es el más fuerte. Esta consiguió dominarme y con
rápido giro me tumbó sobre la cama.
Alejó
un instante su rostro y dedicándome una
de sus mejores sonrisas, espetó:
-
Me
encantaría follarte ahora mismo. Quiero estar dentro tuyo y bombearte con
fuerza.
Yo
le respondí con otra sonrisa y sin mediar palabra me di media vuelta en la cama
poniéndome a cuatro patas.
-
Uff,
vaya culo más tremendo!! – dijo mientras con su mano acariciaba mi raja.
Separó
bien mis piernas y se agachó para soltar un fuerte escupitajo mientras apartaba
mis nalgas. A continuación soltó un fuerte bufido y pude notar como su lengua
empezaba a lamer las paredes que rodeaban mi ano. Cuando hubo esparcido bien la
saliva, la punta de su lengua empezó a escarbar en mi agujero. Yo notaba como
si un afilado arpón estuviera entrando en mis entrañas
-
Hostias!!
– solté sin poder contener un taco – Es lo mejor que me han hecho en la vida –
acerté a decir, mientras me retorcía de gusto sobre la cama
-
Espérate,
cariño, que pronto vas a sentir el arpón de verdad – contestó al mismo tiempo que
me daba una fuerte palmada en el culo.
Una
vez que hubo lubricado bien mi agujero, se puso de pies y empezó a golpearme las nalgas con su herramienta, que
estaba dura como una barra de acero. Con la ayuda de su mano fue acercándola
hasta la entrada de mi culo, hasta que pude notar que empezaba a abrirse camino
dentro de mí. Solté un fuerte bufido y mi rostro se contrajo, pero no quise
mostrar ningún signo de debilidad. El ser perforado por aquel animal compensaba
cualquier dolor, que seguramente sería pasajero.
Alojada
la tranca, soltó la mano y empezó a bombearme con suavidad. Yo ya no sentía
dolor sino un inmenso placer con aquella barra recorriendo el interior de mi
túnel
-
¡¡¡Dios!!!
¡¡Qué gusto perforar tu culo!! – bramó el entrenador mientras empezaba a embestirme
con más fuerza. A la vez que me follaba con más fuerza podía notar y escuchar
el golpeteo de sus pelotas contra mi culo.
Mientras
aquel animal empujaba una y otra vez su tranca dentro de mí, yo agarré la mía y
empecé a pajearme, cada vez más fuerte.
No
sé cuanto duró aquella follada, pero de repente sacó su miembro y me dio una
fuerte palmada en el culo
-
Estoy a
punto de correrme, cabrón, pero antes de eso quiero sentir mi carne dentro de
mí y que me inundes con tu leche
-
Sí,
señor – acerté a decir.
-
Y
quiero ver la cara de vicio que pones mientras lo haces.
Yo
obedecí sin rechistar y me puse de pie mientras él se tumbaba sobre la cama,
boca arriba, agarrándose la herramienta.
-
Vamos,
a que esperas que lo estás deseando – me dijo, a la vez que elevaba sus enormes
piernas y las colocaba sobre mis hombros.
No
podía creer que aquella mala bestia estuviese a mi merced, implorándome que me
lo follara. Pero, para mi disfrute, era verdad.
Coloqué
la punta de mi rabo en la entrada de su culo y fui deslizándolo suavamente
mientras me echaba sobre su corpachón. Su rostro se descompuso ligeramente
cuando le metí la polla hasta el fondo, pero no se quejó. En su rostro se
adivinaba el placer que le estaba provocando
-
Así,
cachorro, así, sigue así, más fuerte, quiero sentir tu pollón dentro de mí,
bien duro y bien caliente
Sus
palabras actuaban como un resorte en mi cerebro, dándome más potencia para mis
embestidas. Mientras yo bombeaba sobre
él sin compasión, el entrenador soltó un escupitajo sobre la palma de la mano
derecha y se lubricó su hermoso tarugo, para a continuación empezar a pajearse,
primero más lentamente hasta hacerlo con total violencia.
-
Dame
más fuerte cabronazo, demuéstrame que puedes follarte a un tiarrón como yo – me
dijo con ese tono autoritario que utilizaba durante los entrenamientos - ¡Dame
toda tu leche!
En
ese momento noté como mi semen salía de
los testículos para recorrer el túnel y explotar sobre su enorme pecho, al
mismo que un grito gutural salía desde lo más profundo de mi garganta.
El
entrenador siguió agitando su enorme miembro hasta que un enorme chorro salió
de su interior como si fuese un volcán, a la vez que retorcía su rostro de
placer y se mordía el labio inferior.
Durante
unos segundos permanecimos en silencio, mientras intentábamos recuperar la
respiración después de aquel descomunal esfuerzo.
-
¡Ha sido
increíble! No sólo eres un campeón en el estadio sino también lo eres en la cama.
Nadie me había follado así en la vida y eso que ya soy bastante viejo – y soltó
una sonora carcajada
Yo
también me reí y me acosté sobre su pecho. Ambos estábamos empapados en sudor y
semen, pero no nos importaba. Queríamos notar el calor de nuestros cuerpos.
Estábamos exhaustos por el esfuerzo y nos quedamos dormidos Al rato, nos
despertamos y nos duchamos juntos. Esta vez fue el entrenador el que descargó
su pistola dentro de mí. Después cenamos y nos acostamos juntos, aunque al poco
rato ya estábamos otra vez jugando y es que los dos éramos insaciables… dos
auténticos campeones.
PINONE
PINONE




No hay comentarios:
Publicar un comentario