miércoles, abril 16, 2025

HOMBRES DE CAMPO EN ACCIÓN

 


Trabajaba en una explotación agrícola familiar desde mi más tierna infancia. Era lo que había conocido desde la cuna y lo amaba. Vivir y trabajar al aire libre, en contacto con la naturaleza. Labrar la tierra y cuidar de los animales, aunque era un trabajo duro, me hacía feliz. Había tenido varias novias y llevaba dos años saliendo con una chica, que en poco tiempo se convertiría en mi mujer. A mis 25 años parecía que todo estaba en orden.

Solo una cosa me turbaba. Mi vecino. Era agricultor y ganadero como nosotros. Un auténtico hombre de campo. Más o menos me doblaba la edad. Yo le conocía desde niño y sentía una especial admiración por él. Era un tío grande, de 1’80 y unos 120 kilos. Rostro hermoso y barba ya canosa. Poderosos brazos curtidos por el duro trabajo del campo y una barriga bastante prominente ya que no se privaba de los placeres de la comida. Un verdadero animal, vamos. Era serio en el trabajo aunque siempre afable. Mi padre decía que había tenido una novia de joven, pero que habían acabado mal. Desde entonces no se le había conocido relación alguna y todos le tomaban por solterón.

Hace unos años me pasó algo curioso con el vecino. Yo debía tener unos 20 años.  Pasaba por su finca y pude ver que estaba orinando en el campo. Me acerqué sigilosamente para verlo más de cerca y me escondí detrás de uno de sus tractores para que no detectase mi presencia. Tenía una planta impresionante. El pantalón de trabajo era ceñido y marcaba su enorme culo. No llevaba camisa y pude observar su pecho y su barriga, bien peludos y brillantes por el sudor que recorría su cuerpo. Pero lo mejor lo guardaba en la entrepierna. Y es que con la mano izquierda, encallecida por el trabajo, se agarraba la chorra. Una polla no muy larga, pero bien gorda, de cuya punta salía un potente chorro de pis y que dibujaba una parábola hasta llegar al suelo, donde estaba formando un pequeño charco.

Yo estaba hipnotizado viendo algo tan masculino, aunque algo asustado por si era descubierto. Y a la vez notaba que algo se estaba poniendo duro entre mis piernas y es que no podía controlar mi polla de veinteañero.

El vecino estuvo descargando la vejiga durante un par de minutos más. Cuando hubo terminado empezó a sacudirse la herramienta para soltar las últimas gotas. Y cuando parecía que iba a meter otra vez la polla en el pantalón, ocurrió algo sorprendente.

Miró a ambos lados para asegurarse de que no había moros el costa y a continuación se agarró la polla con fuerza con su mano derecha. Empezó a masajearla con suavidad, pero en pocos segundos las sacudidas que le daba a su chorra fueron subiendo en intensidad. El muy cabrón iba a echarse un pajote nada más terminar una meada de campeonato. Mientras tenía ocupada la mano derecha con su aparato, la izquierda se dedicaba a jugar con sus pezones, que se veían duros como piedras. O golpeaba sus pelotas que parecían bolas de billar.

Aquello aumentó todavía más mi excitación y me bajé la cremallera para sacarme la polla que ya estaba  dura como una barra para imitar a mi vecino. Aquella situación duró unos cinco minutos hasta que el animal empezó a gruñir con el rostro desencajado y su pollón explotó soltando una cascada de leche. Una vez se hubo repuesto, se sacudió las últimas gotas de semen y se pasó la lengua por los dedos de la mano para hacer desaparecer los restos de su corrida. Volvió a mirar a ambos lados, se metió la polla en el pantalón, se subió la bragueta y desapareció rápidamente de mi vista.

Aproveché el momento para desahogarme ya que mi polla no podía aguantar más. Me corrí como un animal y casi toda mi leche fue a parar a la rueda del tractor. Una vez recuperado, saqué un pañuelo que llevaba en el bolsillo y me dediqué a borrar cualquier huella de mi “delito”. Me volví hacia mi casa intentando no ser visto por nadie.

Aquello sucedió hace unos cinco  años y no volvió a repetirse nada parecido. Veía a mi vecino casi cada día y me seguía produciendo el mismo morbo. Iba mejorando con los años como los buenos vinos.

Así hasta que hace una semana cuando volvía andando hacia mi casa y me entraron unas ganas terribles de mear. Estaba junto a la tapa de mi vecino. Ni corto ni perezoso me bajé la cremallera y me saqué la chorra. En cuanto empezó a salir el agua amarilla me relajé, tanto que cerré los ojos.

Y en ese momento escuché una vez que me resultó más que familiar:

 -      Hombre! campeón! ¿Aliviando la vejiga?

 -      ¡Hostia! Perdona.- acerté a decir, presa del nerviosismo

 -      Tranquilo, campeón!  ¿Quieres que te ayude a echar las últimas gotas?

 Pensaba que estaba bromeando, pero enseguida me di cuenta de que no era así y que su poderosa mano me agarró la polla y la sacudió. Después la agarró con fuerza y la apretó como si quisiera comprobar su fortaleza

 -    Vaya herramienta gastas cabrón! Pero si es más gorda que la mía. Seguro que muchas chicas han disfrutado de ella

Estaba en estado de shock y no sabía si darle una hostia para que se apartara. En lugar de eso giré la cabeza y acerqué mis labios a los suyos. Él abrió la boca y nos fundimos en un beso. Nuestras lenguas se entremezclaron y el morreo duró más de un minuto. Era la primera vez que besaba a un hombre y la sensación fue brutal. Dos lenguas poderosas luchando dentro de la boca.

 -   Ya sabía que tú eras de los míos, je,je. Pero vamos a buscar un sitio más íntimo antes de que nos detengan por escándalo público. En mi casa estaremos más tranquilos.

Su casa estaba apenas a 200 metros. Yo iba detrás de él, admirando su enorme culo, que se bamboleaba a cada paso que daba. Por fin llegamos a nuestro destino y cuando entramos en su casa, me agarró con fuerza y me metió toda la lengua en la boca. Parecía que íbamos a devorarnos. Al mismo tiempo, nuestras manos buscaron el cuerpo del otro. Yo le agarré con fuerza el culo, que lo tenía bien duro. Paramos un segundo para quitarnos la camisa y un fuerte olor a sudor llenó el ambiente

 - Ya lo siento, pero es que no he parado de trabajar desde primera hora.- dije, tratando de excusarme.

 -   Igual yo huelo más. Me encanta el olor a hombre sudado. Ya nos ducharemos luego, campeón . Ummm…como me recuerdas a mí cuando tenía tu edad: fuerte, robusto, con la barba sin canas y una polla de semental. ¿Es la primera vez que estás con un hombre?

 -   Sí, es la primera vez - respondí un poco avergonzado de mi condición

 -  Qué honor¡ desvirgar a un chicarrón como tú - y soltó una sonora carcajada - pues empieza con este regalo de bienvenida al mundo de los hombres

Se bajó la cremallera y sacó el cipote. Era tan hermoso como lo había visto hace cinco años, con la ventaja de que ahora lo tenía mucho más cerca. Me agaché y abrí bien la boca para atrapar su tarugo. Una vez dentro empecé a chuparlo. Tenía un sabor salado y estaba duro como una barra de hierro. La sensación era brutal. Alargué la mano y agarré las pelotas para acariciarlas mientras succionaba su tranca arriba y abajo sin parar. Parecía un bebé que no puede soltar el biberón.

-  Joder, cabrón! Menos mal que es la primera vez… porque parece que llevas toda la puta vida chupando pollas. Vamos a mi habitación que estaremos más cómodos.

Nos quitamos los pantalones y nos quedamos completamente en pelotas. Dos hombretones de mas de 100 kilos tal como los trajo su madre al mundo…bueno con mucho más pelo..y carne.

Al entrar en su habitación me dio un fuerte empujón en el pecho y me quedé tumbado boca arriba con la polla bien tiesa.

-    Umm. No me creo que esta maravilla vaya a ser toda para mí

Con un mano me cogió las pelotas, haciendo una pinza con el dedo gordo y el dedo índice. Al apretar la polla se enderezó más todavía. Acercó su lengua a la punta del glande y empezó a jugar con el agujero. Eso me provocó un cosquilleo y un placer indescriptible. Muchas chicas me habían comido el rabo, incluso dos a la vez, pero aquello era algo nuevo para mí. Me miró de reojo, mientras una sonrisa se dibujaba en su duro pero hermoso rostro. Y se metió la polla en la boca, todo lo que pudo, para empezar a chuparla arriba y abajo. Quería morirme del gustazo que me estaba dando.

 - Dioss! - acerté a decir, mientras me retorcía en la cama.

 Así estuvimos un buen rato hasta que el vecino levantó la cabeza y me dijo:

 -    ¿ Te apetece un 69 especial? Es una especialidad de la casa

 -    No sé lo que es, pero seguro que es bueno

Se subió a la cama colocándose de espaldas  sobre mi cabeza y fue bajando poco a poco hasta que su culo peludo quedó a pocos centímetros de mi cara

 - Supongo que nunca les has comido el culo a un tío. Para mí es la mayor muestra de respeto que puede haber entre dos hombres. Méteme bien la lengua en el ojete. Quiero sentirte dentro de mí.

Dicho y hecho. Con las dos manos separé un poco las nalgas y empecé a lamer toda la zona alrededor de su agujero hasta que hundí mi lengua dentro de su cueva.

El vecino dió un pequeño respingo de satisfacción para a continuación agacharse sobre mi rabo y atraparlo con la boca para chuparlo con más ganas si cabe. Eso debía ser el 69 especial, comer la polla mientras te comen el culo.

Mientras mi polla disfrutaba con la mamada yo seguía con lo mío, zampándome aquel hermoso culo, que no dejaba de lamer, chupar y mordisquear. Nunca me hubiera imaginado que aquello fuese tan placentero.

Después de un buen rato, el vecino se puso erguido, aplastando mi cara con su hermoso culo y dijo:

-   Lo haces de puta madre, pero mi ojete pide algo más gordo que tu lengua para ser completamente feliz. Te parece?

Como apenas podía hablar en ese momento, levanté el dedo pulgar como señal de aprobación. El vecino, a pesar de su peso y de su edad, estaba ágil y se levantó rápidamente para tumbarse después boca arriba, levantar las piernas y agarrarlas a la altura de la rodillas

 -  ¡Todo tuyo!

Como no sabía como empezar me acerqué lentamente y le comí el rabo con suavidad, para luego mordisquear sus duras pelotas hasta que recorrí la raja de su culo con mi lengua. Mientras el vecino gemía de gusto solté un sonoro escupitajo sobre su ojete y después de esparcir la saliva con la punta de la lengua, la incrusté todo lo que pude dentro del agujero.

 -   Eres un puto cabronazo! Necesito que me folles con todas tus fuerzas!

Y no esperé un segundo para obedecerle. Coloqué la punta del rabo en la entrada de su cueva y empecé a empujar con suavidad, pero en cuanto ví que las paredes de su culo iban cediendo, di un fuerte grupo de riñones para metérsela hasta el fondo. La sensación era brutal. Me había follado un montón de coños pero aquello era distinto. Al ser más estrecho  el roce con el capullo era mayor y el placer más intenso. Una vez hecho tope la saqué y volví a empotrarle. Y así una y otra vez, mi polla entraba y salía de su culo.

Mientras él se agarraba la polla con fuerza y la meneaba arriba y abajo, sin parar. Por su cara podía ver que mis embestidas le estaban volviendo loco.

- Me gustan los hombres que son rudos en la vida y rudos en la cama.- acertó a decir a la vez que apretaba los dientes.

Estábamos los dos empapados en sudor, como dos auténticos cerdos. El olor a sudor me excitaba más todavía. Sin sacar mi chorra de su interior, me dejé caer sobre su enorme y peludo pecho, para fundirme en un beso con aquel animal. Nuestras lenguas se entrelazaron y nos comimos la boca con voracidad. Después hundí mi cabeza en uno de sus peludos sobacos, para lamerlo con deseo. Y todo ello mientras seguía bombeando en el interior de mi vecino. Al final caí exhausto y me abracé fuertemente  a él, como si fueramos uno.

-  Ummm… creo que ha llegado el momento de que pierdas la inocencia, campeón. Siendo la primera vez te trataré con cariño, no como tú que te has portado como una mala bestial - y soltó una sonora carcajada

En ese momento mi esfínter se contrajo, como si tuviera miedo. Creo que el vecino se dio cuenta, porque empezó a acariciarme el culo, para que se tranquilizara.

 -   Ponte a cuatro patas, al borde la cama, será más cómodo para ti la primera vez

Obedecí sin rechistar. Me levanté de la cama de un salto y me puse en la posición que el vecino me había indicado. El se puso de pie y después de acariciar con suavidad mis nalgas, les dió una fuerte palmada que retumbó en la habitación

-  Es para que se vayan relajando. Vaya culazo tan tremendo que tienes. Primero habrá que lubricarlo un poco. No sé si seré capaz de hacerlo tan bien como lo has hecho tú antes, campeón.

Agarró con fuerza mis nalgas con sus manazas y soltó un fuerte escupitajo que impactó directamente en mi ojete. A continuación acercó su lengua y empezó a masajear la zona anal hasta que la introdujo con fuerza en mi agujero, como si fuese un ariete. Mi esfínter reacción ante el ataque, pero esta vez fue más receptivo, abriéndose por completo.

 - Ummm, que culo más rico tienes, campeón. Me pasaría horas comiéndome semejante manjar, pero creo que necesita algo más contundente que mi lengua.- y me dio  otra fuerte palmada en el culo.

Se puso de pie y acercó su herramienta hacia la entrada de mi cueva. Estaba dura como una barra de hierro y había alcanzado su máximo esplendor en cuanto a longitud y grosor. Poco a poco empezó a introducirla en mi interior. Gracias a la saliva, mi agujero fue cediendo y su cipote fue deslizándose suavemente dentro de mí. La sensación de placer de tener aquel misil dentro de mí era brutal.

- Ostias, mi campeón. Que gustazo me estás dando. Ahora te voy a bombear como un animal en celo. Y es que me vuelves loco. Siempre me has vuelto loco. Sobre todo desde que descubrí que me espiabas mientras me echaba un meote y me hice un paja a tu salud.- y soltó una sonora carcajada la vez que me daba una fuerte palmada en el culo.

A cuatro patas y enculado descubrí que aquel “incidente” que pasó hace cinco años atrás no había sido exactamente como yo pensaba. Y aquello me puso más caliente todavía.

- ¡Reviéntame el culo, que lo tengo ardiendo! .- acerté a decir entre jadeos.

-  Tus palabras son órdenes para mí - me respondió con su voz ronca y viril.

De inmediato, sacó su herramienta de mi culo y dando un fuerte golpe de riñones volvió a introducirla con fuerza hasta empotrarla contra mi próstata. La sensación de placer fue indescriptible.  A partir de ahí empezó a bombearme con la fuerza de un toro, como si estuviera poseído. Me tumbé completamente sobre la cama, mientras él saltaba sobre mi cuerpo, metiendo y sacando su enorme polla. Todavía no me podía creer que aquel animal me estuviera haciendo gozar de aquella manera.

 -   ¡Voy a correrme, campeón!

Apenas terminó la frase, cuando empezó a rugir como un león, dando a entender que había explotado dentro de mí. Siguió empujando con su rabo, mientras vaciaba sus marmitas en mi interior. Cuando terminó de descargar, se tumbó a mi lado y me agarró con fuerza una de mis nalgas mientras trataba de recuperar el resuello.

 - !Ostias, cabronazo! Vaya polvazo. Me has dejado la polla dolorida con tanto mete y saca. Espero que tú también hayas gozado

 -  Uff, como nunca hubiera imaginado - le respondí, con la voz entrecortada por el esfuerzo

-    Ahora quiero que me llenes con tu leche calentita, pero quiero que lo hagas en la ducha.

Y sin perder tiempo, me cogió de la mano. nos levantamos de la cama y me llevó hasta el cuarto de baño. Después de fundirnos en un intenso beso se dio la vuelta y apoyando las manos en la pared de la ducha abrió las piernas y puso el culo en pompa. Su enorme y hermoso trasero estaba preparado para ser perforado. Como si ya fuese un experto acerqué mi dedo índice a su ojete y comprobé que estaba bastante seco. Aquello necesitaba algo de lubricante. Cogí un poco de gel con los dedos y  unté bien la entrada de su cueva para terminar lubricando también la punta de mi rabo.

 -  ¡Fóllame, campeón!. Que tengo el culo hambriento.

Esta vez fui más suave que la primera vez. Mi polla buscó la entrada de su culo y al notar la suavidad del gel, fue deslizándose por el interior del túnel. Cuando llegó hasta el fondo empecé a cabalgarlo  mientras le agarraba con fuerza por la cintura. El miembro del vecino, que hacía apenas cinco minutos se había corrido, había recuperado todo su vigor y era agitado por su dueño con el ímpetu de un adolescente.

Después de un buen rato empecé a notar un cosquilleo en las pelotas y luego en la uretra. Estaba claro que ya no aguantaba más y me iba a correr dentro de aquel mastodonte. Esta vez fui yo el que empezó a rugir mientras mi dardo iba soltando un chorretón de semen que fue inundando interior. El vecino también empezó a rugir y es que aunque hacía pocos minutos que se había corrido, todavía guardaba algo de leche en sus pelotas

Una vez que los dos hubimos descargado el depósito, el vecino accionó el mando de la ducha y un fuerte chorro de agua empezó a caer sobre nuestros sudorosos cuerpos. Volví a coger gel, pero esta vez para embadurnar cada rincón de aquel hermoso corpachón: el pecho, la barriga, la espalda, los hombros, el cuello, las piernas y, por supuesto, la polla y el culo. Cuando hubo terminado, él hizo lo mismo conmigo. Al final nos fundimos en un intenso beso mientras nuestros cuerpos permanecían abrazados

- Ha sido increíble, campeón. Desde que eras un adolescente me ponías muy burro. Y hoy por fin mi sueño se ha hecho realidad

-  Para mí también ha sido brutal. No sé a que he estado mirando hasta ahora. teniéndote tan cerca.

 Y los dos soltamos una sonora carcajada, antes de seguir morreándonos la boca y sobándonos los cuerpos.

A partir de aquel día cambió mi vida. Dejé a mi novia, dejé el negocio familiar y fui a vivir con mi vecino. Ambos compartíamos la pasión por el campo, por los animales y, por supuesto, por el amor y el sexo entre hombres.

PINONE

 

 


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