
El capitán Monsalve era un hombre que asustaba, más que impresionaba. Su imponente planta física y sobre todo su vozarrón atemorizaban a más de uno. Tendría unos 45 años y una extensa y brillante carrera militar. Sus subordinados le temían y se echaban a temblar cada vez que aparecía por la compañía. Incluso sus superiores, le tenían un gran respeto. Por todo esto todos se referían a él como el capitán “Monsalve..se quien pueda”
Si en los días normales era temible, lo era mucho más cuando estaba de guardia. Las 24 horas se podían hacer interminables, porque era de los que le gustaba cumplir el reglamento a rajatabla y cualquier excusa era buena para que te cayera un buen arresto. Yo creo que lo hacía por diversión, ya que cada vez que pillaba a alguien “in fraganti” soltaba una sonora carcajada.
Así me encontraba yo, a las 5 de la mañana, en una de las garitas del cuartel. Faltaba una hora para terminar mi turno y otra hora más para el cambio de guardia. Estaba muy cansando y con unas ganas locas de pillar la cama. Era domingo y a las 11 podría salir con el pase pernocta hasta el día siguiente. Por mi cabeza, solo pasaban ideas relacionadas con lo que iba a hacer aquella tarde: salir con mis amigos, tomar algunas cervezas, bailar... cualquier cosa que me hiciera olvidar el deprimente ambiente de aquel inmundo cuartel. Y poco a poco el sueño fue venciéndome, casi sin darme cuenta.
- Bien, bien, con que echando una cabezadita, ¿eh?.
Esas fueron las palabras que me sacaron de improviso del sopor. Abrí los ojos, levanté la cabeza y descubrí horrorizado que el odiado capitán Monsalve me acababa de pillar durmiendo en plena garita. Intenté levantarme pero el capitán me agarró con una de sus poderosas manos.
- O sea que a esto le llamas tú hacer guardia, ¿eh, soldado?
- No, señor, sólo ha sido un momento. Ha sido un descuido
- Los descuidos se pagan muy caros en la guerra y en la vida, muchacho.- sentenció con esa voz grave que tanto pavor provocaba en todos los estamentos del cuartel.- creo que tendrás que recibir un buen escarmiento. Déjame pensar, según el reglamento te corresponden 30 días de arresto. ¿Crees que serán suficientes para que aprendas a hacer las guardias como dios manda? – y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
- Sí señor, lo que usted diga.
- Aunque bien pensado, a lo mejor hay otra forma de que escarmientes.
No sé lo que quería decir, pero con la fama de malvado que le precedía no se podía esperar bueno de aquel hombre.
- Mi mujer lleva 15 días fuera, de viaje y llevo bastante tiempo sin limpiar el fusil. ¿Te apetece limpiármelo? Sería una buena forma de recibir tu merecido
- No sé a que se refiere, señor.- contesté, incrédulo ante lo que estaba escuchando.
- Me refiero a esto.- y en un rápido movimiento se bajó la bragueta y se sacó la polla. Una polla enorme, circuncidada, que aunque no estaba completamente dura, debía medir cerca de 20 centímetros. Desde luego, era una polla digna de un hombre como aquel.
No tenía otra elección. O me comía la polla de aquel tío que tanto detestaba o me quedaba 30 días sin salir del cuartel. No me lo pensé dos veces y me abalancé sobre su tarugo, atrapándolo con mi boca. Estaba muy caliente y tenía un sabor salado. Apenas me cabía en la boca y tenía que hacer grandes esfuerzos para no sentir arcadas. Pero cuanto más lo chupaba más gustaba. Era la primera vez que probaba la polla de un hombre y la verdad es que era mucho mejor de lo que me imaginaba
- ¡Así me gusta, chavalote! No sabes hacer guardia, pero sabes como comerte una polla. ¡No pares, cabrón!
El capitán se soltó los pantalones y yo pude agarrar su culo para poder seguir bombeando su polla. Sus nalgas estaban duras como rocas y, a pesar del frío que hacía a aquellas horas de la madrugada, transmitían todo su calor. El capitán agarró mi cabeza con ambas manos y se dedicó a acariciarme el pelo, mientras yo seguí inmerso en mi tarea.
El bombeo de su polla duró varios minutos, hasta que yo me quedé casi sin respiración.
- Respira un poco chaval, que te vas a ahogar. Y te necesito todavía un buen rato
Mientras yo me recuperaba, el capitán me agarró el paquete con una de sus manazas, apretándome con fuerza, pero con delicadeza al mismo tiempo.
- Vamos a ver que pollita gastas, soldado. Veamos si todavía eres un niño o si ya eres un hombre.
Me bajó la cremallera y mi tranca, que estaba más dura que nunca, salió al exterior.
- Bien, bien... parece que no eres tan niño como yo pensaba. - y me agarró la polla con la mano, apretándomela suavemente.- seguro que a tu novia la dejas contenta con esta herramienta.
- ¡Sí, señor!.- contesté, halagado
- Pues esta noche es toda para mí. - Y agachándose ante mí, se la metió en la boca de un solo bocado. La sensación fue algo increíble. Muchas chicas me habían comido la polla, pero nada tenía que ver con lo que me hacía el capitán. Su boca era experta y su voracidad era tal que tenía miedo de no volver a recuperar mi polla.
- ¡No siga, señor! ¡Qué voy a correrme!
- Tranquilo, muchacho, no quiero que te corras, no al menos antes de que tu culo pruebe mi polla.. y continuó lamiendo mi polla, mis pelotas...todo lo que su portentosa lengua alcanzaba.
- ¡Date la vuelta! Creo que ya estás preparado para recibir mi tarugo.
Cada vez más inquieto, pero también más caliente, obedecí sin rechistar y me di la vuelta, apoyando mis manos en la barandilla que había en la entrada de la garita y colocándome a cuatro patas. El capitán se puso de pies y empezó a golpear mis nalgas con algo duro que debía ser su pollón.
- Bien, ha llegado el momento de ver si sabes aguantar como un hombre. Te diría que no te voy a hacer daño, pero eso no es cierto. Tienes el culo muy estrecho y mi polla te puede destrozar.
Yo no sabía si aquello me lo decía para asustarme o para divertirse, pero la verdad es que mi impaciencia iba aumentando por momentos.
- ¡Fólleme, señor! ¡Aguantaré lo que sea!
- Tendré que abrirte un poco primero.- y empezó a hurgar con uno de sus dedos en mi agujero. Sentí algo de dolor, pero abrí al máximo el esfínter para que pudiera entrar. Al poco tiempo un segundo dedo acompañó al primero, y ambos empezaron a empujar con fuerza en la entrada de mi culo.
- Estás bastante seco, voy a humedecerte un poco.
Se agachó y pude notar como soltaba un par de escupitajos sordos sobre mi agujero. Noté la humedad de su saliva, humedad que fue en aumentó cuando con la ayuda de uno de sus dedos lo fue esparciendo por todo el agujero. Aquellos preparativos me estaban excitando más si cabe y mi polla parecía que iba a estallar de un momento a otro.
- ¡Allí voy! ¡Reza algo, si sabes!.- y empezó a empujar con todo su pedazo de carne. Al principio parecía imposible que aquello pudiera avanzar. Era demasiado ancho para un agujero tan pequeño como el mío, pero en ese momento la mano experta del capitán me dio un par de ligeros azotes en las nalgas, para que relajara el culo. Gracias a los azotes, me tranquilicé y la polla empezó a entrar dentro de mí. El dolor era intenso, como si me estuvieran clavando un arpón, pero hacia todo lo posible por soportarlo. No quería que aquel cabrón tuviera la satisfacción de verme sufrir.
- Lo estás haciendo bien, chico, te estás portando como un hombre. Pocos tíos aguantan las embestidas de mi aparato. .- y mientras decía esto empujó con fuerza para terminar de clavarme toda su herramienta.
El dolor ya no era tan intenso y el haber superado con éxito la primera prueba me llenaba de satisfacción. A partir de ahí solo pensaba en disfrutar de la colosal polla de mi capitán. Aquel tío era un auténtico cabrón, pero me estaba haciendo conocer cosas que nunca hubiera imaginado.
- ¡Empuje, señor! ¡Quiero notar toda la fuerza de sus embestidas!
El capitán empezó a cabalgarme con violencia, una violencia que solo es capaz de manejar un viejo militar como él. Parecía estar poseído y si no fuera porque me agarraba fuertemente a la barandilla, hubiera caído al suelo.
- ¡Sí, chico, sí! ¡Eres el mayor cabrón que me he follado en mucho tiempo! ¡Tienes el culo estrecho y caliente! ¡Creo que mi polla va a reventar de gusto!
- ¡Deme toda su leche, mi capitán! ¡Quiero sentir como se corre dentro de mí!.- repliqué, intuyendo que la explosión final se acercaba.
El capitán soltó un berrido infrahumano, que debió de escucharse en todo el cuartel y el volcán de su polla entró en erupción. Una erupción salvaje, interminable. Mientras se corría no dejaba de cabalgarme, como si no quisiera acabar con aquello. Yo también exploté y un chorro de caliente semen salió disparado hacia delante.
- ¡Diosss! ¡Qué corrida, cabrón! ¡Cómo me has hecho gozar!
- ¡Era mi deber, señor!.- respondí con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Ambos estábamos sudados y poco a poco fuimos vistiéndonos y recuperando al aspecto que se le presupone a un militar.
- Pronto vendrá el cambio de guardia. Espero que esto te haya servido de escarmiento, aunque viendo como has disfrutado, creo que para ti ha sido más un regalo que un castigo. La próxima vez tendré que darte unos cuantos latigazos para que espabiles. Aunque quizás la próxima vez que nos veamos sea en mi habitación. Tengo ganas de volver a disfrutar de tu pollita y de tu culito de soldado.
- ¡A sus órdenes, señor!
El capitán se alejo en la oscuridad, tan discretamente como se había presentado. Su enorme culo fue lo último que ví.
Aquella experiencia cambió mi vida. En vez comerme un arresto de 30 días, descubrí nuevos placeres que desconocía. Los siguientes meses en el cuartel fueron completamente distintos. Me convertí en el protegido del capitán y las cosas fueron más fáciles. No tuve que hacer más guardias y, a cambio, pasaba muchas noches en su habitación de la residencia de oficiales, retozando hasta el amanecer. Pero nunca olvidaré aquella noche en que el “hijo de puta” del capitán Monsalve. se quien pueda me pilló durmiendo en la garita.
PINONE
Si en los días normales era temible, lo era mucho más cuando estaba de guardia. Las 24 horas se podían hacer interminables, porque era de los que le gustaba cumplir el reglamento a rajatabla y cualquier excusa era buena para que te cayera un buen arresto. Yo creo que lo hacía por diversión, ya que cada vez que pillaba a alguien “in fraganti” soltaba una sonora carcajada.
Así me encontraba yo, a las 5 de la mañana, en una de las garitas del cuartel. Faltaba una hora para terminar mi turno y otra hora más para el cambio de guardia. Estaba muy cansando y con unas ganas locas de pillar la cama. Era domingo y a las 11 podría salir con el pase pernocta hasta el día siguiente. Por mi cabeza, solo pasaban ideas relacionadas con lo que iba a hacer aquella tarde: salir con mis amigos, tomar algunas cervezas, bailar... cualquier cosa que me hiciera olvidar el deprimente ambiente de aquel inmundo cuartel. Y poco a poco el sueño fue venciéndome, casi sin darme cuenta.
- Bien, bien, con que echando una cabezadita, ¿eh?.
Esas fueron las palabras que me sacaron de improviso del sopor. Abrí los ojos, levanté la cabeza y descubrí horrorizado que el odiado capitán Monsalve me acababa de pillar durmiendo en plena garita. Intenté levantarme pero el capitán me agarró con una de sus poderosas manos.
- O sea que a esto le llamas tú hacer guardia, ¿eh, soldado?
- No, señor, sólo ha sido un momento. Ha sido un descuido
- Los descuidos se pagan muy caros en la guerra y en la vida, muchacho.- sentenció con esa voz grave que tanto pavor provocaba en todos los estamentos del cuartel.- creo que tendrás que recibir un buen escarmiento. Déjame pensar, según el reglamento te corresponden 30 días de arresto. ¿Crees que serán suficientes para que aprendas a hacer las guardias como dios manda? – y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
- Sí señor, lo que usted diga.
- Aunque bien pensado, a lo mejor hay otra forma de que escarmientes.
No sé lo que quería decir, pero con la fama de malvado que le precedía no se podía esperar bueno de aquel hombre.
- Mi mujer lleva 15 días fuera, de viaje y llevo bastante tiempo sin limpiar el fusil. ¿Te apetece limpiármelo? Sería una buena forma de recibir tu merecido
- No sé a que se refiere, señor.- contesté, incrédulo ante lo que estaba escuchando.
- Me refiero a esto.- y en un rápido movimiento se bajó la bragueta y se sacó la polla. Una polla enorme, circuncidada, que aunque no estaba completamente dura, debía medir cerca de 20 centímetros. Desde luego, era una polla digna de un hombre como aquel.
No tenía otra elección. O me comía la polla de aquel tío que tanto detestaba o me quedaba 30 días sin salir del cuartel. No me lo pensé dos veces y me abalancé sobre su tarugo, atrapándolo con mi boca. Estaba muy caliente y tenía un sabor salado. Apenas me cabía en la boca y tenía que hacer grandes esfuerzos para no sentir arcadas. Pero cuanto más lo chupaba más gustaba. Era la primera vez que probaba la polla de un hombre y la verdad es que era mucho mejor de lo que me imaginaba
- ¡Así me gusta, chavalote! No sabes hacer guardia, pero sabes como comerte una polla. ¡No pares, cabrón!
El capitán se soltó los pantalones y yo pude agarrar su culo para poder seguir bombeando su polla. Sus nalgas estaban duras como rocas y, a pesar del frío que hacía a aquellas horas de la madrugada, transmitían todo su calor. El capitán agarró mi cabeza con ambas manos y se dedicó a acariciarme el pelo, mientras yo seguí inmerso en mi tarea.
El bombeo de su polla duró varios minutos, hasta que yo me quedé casi sin respiración.
- Respira un poco chaval, que te vas a ahogar. Y te necesito todavía un buen rato
Mientras yo me recuperaba, el capitán me agarró el paquete con una de sus manazas, apretándome con fuerza, pero con delicadeza al mismo tiempo.
- Vamos a ver que pollita gastas, soldado. Veamos si todavía eres un niño o si ya eres un hombre.
Me bajó la cremallera y mi tranca, que estaba más dura que nunca, salió al exterior.
- Bien, bien... parece que no eres tan niño como yo pensaba. - y me agarró la polla con la mano, apretándomela suavemente.- seguro que a tu novia la dejas contenta con esta herramienta.
- ¡Sí, señor!.- contesté, halagado
- Pues esta noche es toda para mí. - Y agachándose ante mí, se la metió en la boca de un solo bocado. La sensación fue algo increíble. Muchas chicas me habían comido la polla, pero nada tenía que ver con lo que me hacía el capitán. Su boca era experta y su voracidad era tal que tenía miedo de no volver a recuperar mi polla.
- ¡No siga, señor! ¡Qué voy a correrme!
- Tranquilo, muchacho, no quiero que te corras, no al menos antes de que tu culo pruebe mi polla.. y continuó lamiendo mi polla, mis pelotas...todo lo que su portentosa lengua alcanzaba.
- ¡Date la vuelta! Creo que ya estás preparado para recibir mi tarugo.
Cada vez más inquieto, pero también más caliente, obedecí sin rechistar y me di la vuelta, apoyando mis manos en la barandilla que había en la entrada de la garita y colocándome a cuatro patas. El capitán se puso de pies y empezó a golpear mis nalgas con algo duro que debía ser su pollón.
- Bien, ha llegado el momento de ver si sabes aguantar como un hombre. Te diría que no te voy a hacer daño, pero eso no es cierto. Tienes el culo muy estrecho y mi polla te puede destrozar.
Yo no sabía si aquello me lo decía para asustarme o para divertirse, pero la verdad es que mi impaciencia iba aumentando por momentos.
- ¡Fólleme, señor! ¡Aguantaré lo que sea!
- Tendré que abrirte un poco primero.- y empezó a hurgar con uno de sus dedos en mi agujero. Sentí algo de dolor, pero abrí al máximo el esfínter para que pudiera entrar. Al poco tiempo un segundo dedo acompañó al primero, y ambos empezaron a empujar con fuerza en la entrada de mi culo.
- Estás bastante seco, voy a humedecerte un poco.
Se agachó y pude notar como soltaba un par de escupitajos sordos sobre mi agujero. Noté la humedad de su saliva, humedad que fue en aumentó cuando con la ayuda de uno de sus dedos lo fue esparciendo por todo el agujero. Aquellos preparativos me estaban excitando más si cabe y mi polla parecía que iba a estallar de un momento a otro.
- ¡Allí voy! ¡Reza algo, si sabes!.- y empezó a empujar con todo su pedazo de carne. Al principio parecía imposible que aquello pudiera avanzar. Era demasiado ancho para un agujero tan pequeño como el mío, pero en ese momento la mano experta del capitán me dio un par de ligeros azotes en las nalgas, para que relajara el culo. Gracias a los azotes, me tranquilicé y la polla empezó a entrar dentro de mí. El dolor era intenso, como si me estuvieran clavando un arpón, pero hacia todo lo posible por soportarlo. No quería que aquel cabrón tuviera la satisfacción de verme sufrir.
- Lo estás haciendo bien, chico, te estás portando como un hombre. Pocos tíos aguantan las embestidas de mi aparato. .- y mientras decía esto empujó con fuerza para terminar de clavarme toda su herramienta.
El dolor ya no era tan intenso y el haber superado con éxito la primera prueba me llenaba de satisfacción. A partir de ahí solo pensaba en disfrutar de la colosal polla de mi capitán. Aquel tío era un auténtico cabrón, pero me estaba haciendo conocer cosas que nunca hubiera imaginado.
- ¡Empuje, señor! ¡Quiero notar toda la fuerza de sus embestidas!
El capitán empezó a cabalgarme con violencia, una violencia que solo es capaz de manejar un viejo militar como él. Parecía estar poseído y si no fuera porque me agarraba fuertemente a la barandilla, hubiera caído al suelo.
- ¡Sí, chico, sí! ¡Eres el mayor cabrón que me he follado en mucho tiempo! ¡Tienes el culo estrecho y caliente! ¡Creo que mi polla va a reventar de gusto!
- ¡Deme toda su leche, mi capitán! ¡Quiero sentir como se corre dentro de mí!.- repliqué, intuyendo que la explosión final se acercaba.
El capitán soltó un berrido infrahumano, que debió de escucharse en todo el cuartel y el volcán de su polla entró en erupción. Una erupción salvaje, interminable. Mientras se corría no dejaba de cabalgarme, como si no quisiera acabar con aquello. Yo también exploté y un chorro de caliente semen salió disparado hacia delante.
- ¡Diosss! ¡Qué corrida, cabrón! ¡Cómo me has hecho gozar!
- ¡Era mi deber, señor!.- respondí con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Ambos estábamos sudados y poco a poco fuimos vistiéndonos y recuperando al aspecto que se le presupone a un militar.
- Pronto vendrá el cambio de guardia. Espero que esto te haya servido de escarmiento, aunque viendo como has disfrutado, creo que para ti ha sido más un regalo que un castigo. La próxima vez tendré que darte unos cuantos latigazos para que espabiles. Aunque quizás la próxima vez que nos veamos sea en mi habitación. Tengo ganas de volver a disfrutar de tu pollita y de tu culito de soldado.
- ¡A sus órdenes, señor!
El capitán se alejo en la oscuridad, tan discretamente como se había presentado. Su enorme culo fue lo último que ví.
Aquella experiencia cambió mi vida. En vez comerme un arresto de 30 días, descubrí nuevos placeres que desconocía. Los siguientes meses en el cuartel fueron completamente distintos. Me convertí en el protegido del capitán y las cosas fueron más fáciles. No tuve que hacer más guardias y, a cambio, pasaba muchas noches en su habitación de la residencia de oficiales, retozando hasta el amanecer. Pero nunca olvidaré aquella noche en que el “hijo de puta” del capitán Monsalve. se quien pueda me pilló durmiendo en la garita.
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