El partido había sido duro. Muy duro. Tan
duro que me habían tenido que dar varios puntos y curar algunas heridas. Y es
que jugar como pilier tiene esos inconvenientes. Por eso llegué tarde a los
vestuarios. Tan tarde que ya no quedaba nadie. Me metí en la ducha y comencé a
ducharme. El chorro de agua sobre mi cuerpo tuvo un efecto casi sedante y
empecé a relajarme. Y para completar el relajo agarré mi herramienta y empecé a
manosearla, al principio con lentitud y después con mayor rapidez. Si el resto
del cuerpo estaba más que relajado, la polla empezó a mostrar todo su vigor y en pocos segundos estaba bien dura.
- ¡Vaya, parece que no estás tan mal! – Escuché una voz ronca delante de mí y abrí los ojos.
- ¡Vaya, parece que no estás tan mal! – Escuché una voz ronca delante de mí y abrí los ojos.
Era mi entrenador. Un animal de 130 kilos con
una planta impresionante. Un hombre rudo que nos hacía sufrir en los
entrenamientos y no paraba de gritarnos en los partidos. Había sido jugador y
toda su vida la había dedicado al rugby. Aunque a veces me estremecía por su
carácter, yo le admiraba. Como entrenador y como hombre y es que en la mayoría
de mis sueños húmedos era el protagonista.
Solté rápidamente la polla y me sonrojé,
avergonzado por haber sido pillado en aquella situación, que me resultaba
embarazosa.
- ¡Sigue, sigue! ¡No pares! Hay que disfrutar de las cosas de la vida, aunque mejor disfrutarlas en compañía, que no solo – Y en su hermoso rostro, adornado por un oscuro bigote, se dibujó una gran sonrisa
Aquello me dejó aturdido. Pero más aturdido
me quedé cuando en un momento se quitó la camiseta y se bajó los pantalones del
chándal. A pocos centímetros de mí, podía contemplar todo su esplendor. Brazos
poderosos, barriga algo prominente por
el paso de los años aunque dura por el ejercicio físico, pecho cubierto por una
frondosa mata de pelo, piernas musculosas y en medio de toda aquella maravilla,
un hermoso cipote que apuntaba, desafiante, hacia mí. Muchas veces imaginaba
que es lo que se escondería aquel descomunal paquete que se dibujaba en su
pantalón, pero la realidad superaba mis fantasías.
Terminó de quitarse el pantalón y se acercó
lentamente a mí y me agarró con fuerza por las nalgas, mientras nuestras
pollas, bien duras, se restregaban.
- He estado observándote un buen rato y me has puesto bien burro,
cabrón! Hace tiempo que tenía ganas de pillarte y pegarme un buen revolcón
contigo. Ya veo que ya no eres el niño que vino aquí hace años sino que ya eres
un hombre hecho y derecho.
Y empezó a comerme la boca. Su lengua y la
mía empezaron a luchar como si fuera una pelea, mientras me agarraba con más
fuerza. Yo tampoco me quedé atrás y empezamos a forcejear, chocando nuestros
cuerpos.
- Parece que quieres dominar a este viejo macho, pero te va costar, cabroncete – y siguió retorciendo su lengua contra la mía, mientras nuestras manos agarraban con fuerza las carnes del contrincante.
Así estuvimos un buen rato, hasta que el
entrenador puso su mano sobre mi hombre y me dijo:
- Ya es hora de que pruebes mi golosina, que lleva un buen rato esperando a tus labios.
Dicho y hecho. Me agaché delante de él y
atrapé su pollón con mi boca hambrienta. Debía medir cerca de 20 centímetros,
pero destacaba más por su gordura y es que apenas me entraba en la boca. Al
mismo tiempo, podía notar junto a mi cabeza sus enormes pelotas, que parecía
dos bolas de billar de lo duras que estaban. Empecé a succionarle la polla,
mientras el entrenador colocaba su enorme mano sobre mi cabeza, para acompasar
el ritmo de mis chupadas.
- ¡Chúpala bien, cabrón! ¡Chúpala como si no hubiera un mañana!¡Sigue así!
Y empezó a retorcerse de placer, mientras
gemía. Después de un buen rato, pare un momento, alcé mi cabeza y sonreí a mi
entrenador, mientras él se mordía el labio inferior.
- ¡Vaya gustazo que me estás dando! ¡Hacía tiempo que no me la chupaban así de bien! ¡Cómeme ahora las pelotas!
Volví a obedecer sin rechistar y atrapé con
mi boca una de sus duras pelotas y empecé a chuparla, tirando de ella. Cuando
terminé con la primera, seguí el mismo procedimiento con la segunda. El
entrenador no dejaba de bufar mientras agarraba con fuerza mi cabeza. Una vez
hube terminado de succionar bien sus pelotas, volví a encargarme de su tranca,
chupándola con más ganas todavía, como si de un biberón se tratara.
De repente, apartó mi cabeza de su lado y
guiñándome un ojo, me dijo:
- ¿Quieres que te duche… con mi manguera?
Me quedé sorprendido con la pregunta. Nunca
había practicado la lluvia dorada, pero estaba tan caliente, que me daba toda
igual.
Asentí con la cabeza y en apenas unas décimas
de segundo un potente chorro de orina caliente empezó a salir del caño de su
polla y empezó a mojar mi pecho peludo.
- Veras como te gusta, con la cara de vicio que tienes tú, seguro que te encanta
El entrenador se agarró la manguera y siguió
duchándome el cuello y la cara, mientras yo me restregaba el pecho empapado de orina.
Parecía un surtidor porque estuvo un buen rato echando líquido hasta que empezó
a bajar el caudal del chorro y se sacudió el rabo para echar las últimas gotas
sobre mí.
- Me he parece que ya he echado las dos cervezas que me he tomado después del partido – y soltó una sonora carcajada - ¿Te ha gustado?
- Sí, entrenador, ha sido increíble – respondí resoplando. Estaba empapado de arriba abajo y más caliente que nunca.
- Pues ahora vas a probar otra especialidad mía. ¿Te apetece un buen pincho moruno de carne? Seguro que sí. Ponte de pie y apóyate en la pared.
Me levanté y me puse de espaldas a él,
apoyado sobre las baldosas de la ducha.
- Uaauuuu. Tienes un culo bien peludo, como a mí me gusta. Explorar por el bosque hasta encontrar la entrada de la cueva… mmm
Se arrodilló detrás de mí y me agarró con
fuerza las nalgas para separarlas. Poco a poco empecé a notar como su lengua
húmeda empezaba a recorrer lentamente la raja de mi culo, de abajo hacia arriba
y de arriba hacia abajo, hasta que se
paró en el centro y empezó a hurgar la entrada de mi ojete. Al principio con
suavidad, pero cada vez con más fuerza, como si quisiera meterme toda su lengua
en mi interior. Si era capaz de hacerme aquello con la lengua no quería
imaginar lo que sería capaz de hacerme con su tranca.
De vez en cuando, separaba su cabeza de mi
culo, resoplaba y volvía la faena, con más ganas si cabe. Además de los lengüetazos,
podía sentir también como mordisqueaba mis nalgas con sus dientes, como si
quisiera devorarme.
De pronto, se incorporó y echando todo su
corpachón sobre el mío acercó su boca a mi oído y susurró:
- Vaya banquete que me has regalado, cariño. Yo también quiero hacerte un regalo. ¿Quieres toda mi leche dentro de ti?
- Sí, entrenador, lo estoy deseando – acerté a decir.
- Así me gusta - respondió mientras se ponía de pies - cuando os hago correr como cabrones no hacéis más que quejaros, pero cuando os tengo a cuatro patas, imploráis para que os follé - y sonó una sonora carcajada, mientras empezó a golpear mis nalgas con su dura estaca.
- Vaya banquete que me has regalado, cariño. Yo también quiero hacerte un regalo. ¿Quieres toda mi leche dentro de ti?
- Sí, entrenador, lo estoy deseando – acerté a decir.
- Así me gusta - respondió mientras se ponía de pies - cuando os hago correr como cabrones no hacéis más que quejaros, pero cuando os tengo a cuatro patas, imploráis para que os follé - y sonó una sonora carcajada, mientras empezó a golpear mis nalgas con su dura estaca.
Aunque
mi culo ya estaba húmedo con la saliva de su lengua, el entrenador cogió un
poco de gel y empezó a masajear el ojete y después metió un dedo dentro, haciendo movimientos circulares. Después de dar un par de vueltas
metió un segundo dedo y continuó con la maniobra, lentamente.
Yo me
estremecía de gusto y me agarraba la polla con fuerza, con medio de correrme
antes de que me penetrara. Pero no tuve que esperar mucho tiempo, ya que nada
más sacar sus dedos de mi interior, colocó su hermoso capullo en el borde de mi
culo y empezó a introducir su polla dentro de mí, despacio. Al principio parecía
que no podía entrar por su grosor, pero una vez hubo superado el primer tramo, se
deslizó dentro de mí con suavidad.
Suspiré
aliviado porque lo más complicado ya había pasado y su enorme miembro ya estaba
alojado en mi cavidad. Nunca me habían metido algo tan grande con tanta
precisión. No cabe duda de que el entrenador era experto en aquellos
menesteres.
- Así me gusta, mi chico, tienes un culo perfecto para mi rabo. Ahora es todo tuyo y quiero que lo disfrutes conmigo.
Y empezó a cabalgarme, primero con suavidad,
pero enseguida sus embestidas fueron más fuertes, cada vez más salvajes. Uno de
mis brazos se apoyaba en la pared de la ducha, mientras con el otro empecé a
agitar mi polla que estaba dura como una roca. No sólo su tranca me penetraba,
sino que además sus enormes pelotas me golpeaban el culo, provocando un sonido
seco. A la vez, sus enormes manos agarraban con fuerza mi cintura para que no
me escapara después de cada embestida.
Así estuvimos un buen rato, cada vez más
calientes, cada vez más sudorosos, hasta que paró brevemente y volvió a acercar
su boca a mi oído para decirme:
- La follada está siendo increíble, machote. Hace tiempo que no disfrutaba tanto. Cuando te veía en la ducha me volvías loco y tenía unas ganas tremenda de montarte. Y aquí te tengo, a mi merced. ¿Quieres que descargue dentro de ti?
Asentí con la cabeza, ya que apenas podía hablar. Y después de morderme cariñosamente la oreja, el entrenador volvió a incorporarse y siguió bombeando detrás de mí, perforando una y otra vez mi culo. De repente, soltó un sonido gutural, indicando que había explotado dentro de mí. No dejo de cabalgarme mientras derramaba toda su leche en mi interior. Al final, exhausto se dejo caer sobre mí.
- La follada está siendo increíble, machote. Hace tiempo que no disfrutaba tanto. Cuando te veía en la ducha me volvías loco y tenía unas ganas tremenda de montarte. Y aquí te tengo, a mi merced. ¿Quieres que descargue dentro de ti?
Asentí con la cabeza, ya que apenas podía hablar. Y después de morderme cariñosamente la oreja, el entrenador volvió a incorporarse y siguió bombeando detrás de mí, perforando una y otra vez mi culo. De repente, soltó un sonido gutural, indicando que había explotado dentro de mí. No dejo de cabalgarme mientras derramaba toda su leche en mi interior. Al final, exhausto se dejo caer sobre mí.
- No te corras, cariño, quiero sentir tu pollón dentro de mí – acertó a
decir entre jadeos.
Estaba claro que el entrenador seguía teniendo
ganas de guerra. Yo, aunque estaba a punto de correrme, me aguanté las ganas
ante la invitación a follarme aquel culo con el que tantas noches de placer
solitario había soñado.
- Si, entrenador. Será un placer y un honor para mi.
- Quiero ver la cara de cabrón que pones al follarme – respondió – y se acercó a la banqueta alta que había al lado de las duchas. Se tumbó sobre ella y abrió bien las piernas.
Me agaché delante de él hasta
tener mi cara a la altura de su entrepierna.
- Tendrás que lubricarme el ojete, porque está bastante seco y con la herramienta que gastas, necesitará un poco de ayuda.
- No se preocupe entrenador – y apreté la punta de su rabo para sacar los últimos estertores de su corrida. Había soltado tanta leche que todavía pude ordeñar una buena cantidad de su líquido elemento.
Coloqué mi dedo en la entrada de
su culo y empecé a lubricarlo con su propio semen. Según iba metiendo el dedo
dentro su ojete, el entrenador empezó a jadear y se agarró la polla, que poco a
poco empezó recobrar todo su vigor. No sé clase de complementos vitamínicos
tomaba aquel pedazo de animal que en pocos segundos su tranca ya lucía en todo
su esplendor.
Mientras, yo seguía con la
lubricación. Saqué mi dedo de su interior después dar unas cuantas vueltas y
acercando mi cara a su culo, solté un sonoro escupitajo, que empapó la entrada
de su caverna. Esta vez utilicé mi lengua para seguir con la tarea. La metí
bien adentro para mojar bien el interior. El entrenador dio un pequeño respingo
mientras seguía maniobrando con su cipote.
Estaba tan caliente que no podía
esperar. Hubiera estado horas comiéndome aquel culazo, pero mis huevos estaban
a punto de reventar. Me puse de pie y coloqué la punta de mi cimbel a la altura
de su ojete. Dedicándole la mejor de mis empujé suavemente la polla hasta que entró
en su orificio. Después, con un golpe de cadera, lo metí hasta el fondo.
- ¡Cabrón, me las empotrado hasta el fondo! – acertó a decir con una pequeña mueca de dolor en su hermoso rostro – pero sigue así, fóllame bien. Este viejo pilier lo aguanta todo.
Sus palabras actuaron como un resorte en mi
cerebro. Agarré con fuerza sus duros pezones y aprovechando el peso de mi
cuerpo, empecé a cabalgarlo como si estuviera poseído por el diablo. Sabía que
le estaba haciendo algo de dolor, pero también sabía que era lo que él quería y
lo estaba disfrutando.
- Voy a correrme, entrenador - apenas pude terminar la frase cuando un chorro de semen salió de mis pelotas y explotó en su culo. Yo no quería parar y seguí con la follada, hasta que un espeso chorro salió de su rabo, como si de un geyser se tratara. Aunque se había corrido apenas unos minutos, había cargado nuevamente los depósitos y volvió a descargar.
- Voy a correrme, entrenador - apenas pude terminar la frase cuando un chorro de semen salió de mis pelotas y explotó en su culo. Yo no quería parar y seguí con la follada, hasta que un espeso chorro salió de su rabo, como si de un geyser se tratara. Aunque se había corrido apenas unos minutos, había cargado nuevamente los depósitos y volvió a descargar.
Exhausto por el esfuerzo, me desplomé sobre
él y nos fundimos en un beso. Los dos estábamos empapados en sudor y restregábamos
nuestros cuerpos para sentir el calor del otro.
- ¡Hostia! Ha sido un polvo increíble. Follas como un verdadero semental – me dijo mientras acariciaba mi barba.- Me has dejado el culo un poco dolorido, pero ha merecido la pena – Y soltó otra sonora carcajada.
Estábamos tan sudados, que tuvimos que ducharnos
otra vez… pero esta vez con agua.
PINONE



2 comentarios:
Muy bonito
Muchas gracias por compartir éste relato. Me ha hecho recordar algo similar que me pasó cuando era más joven y yo jugaba al rugby.
Publicar un comentario