¿Quién
no se ha enamorado de su profesor de gimnasia? Yo sí, desde luego. Bueno, no sé
si estaba enamorado, pero si muy atraído por él. Yo era un adolescente de
apenas 13 o14 años. El tendría unos 35 o 40. Había sido jugador de rugby y se
notaba. Un cuerpo grande, corpulento, un verdadero armario. Llevaba siempre el
pelo rapado y bigote o perilla, según la temporada. Tenía pinta de marine. No
dejaba de sonreír, pero su sonrisa era socarrona, chulesca diría yo. Nos
trataba con superioridad, como niños que no sabíamos nada de la vida y él nos
iba a enseñar. Nos contaba anécdotas de cuando se dedicaba al rugby, muchas
veces exageradas, para que nos quedáramos con la boca abierta. Le encantaba
despertar admiración en nosotros.
También le encantaba mostrar su poderío físico y su fuerza, ya fuera corriendo, saltando, lanzando o levantando pesos. Y de vez en cuando nos enseñaba sus poderosos bíceps, esculpidos a base de mucho trabajo. A mí no solo me producía admiración, si no que me excitaba mucho. Aunque lo que más me excitaba era el gran bulto que se adivinaba en el pantalón de su chándal. Cuando uno es adolescente y su cuerpo empieza a cambiar, no puede dejar observar los cuerpos de las personas mayores y pensar en que pronto él tendrá un cuerpo parecido. Y aquel bulto ejercía una poderosa atracción para mí, tanto que no podía apartar la vista cuando lo tenía enfrente.
El profesor se cambiaba en un pequeño cuarto que estaba junto a los vestuarios y que disponía de ducha propia. Aquel cuarto era inaccesible para nosotros, pero un día la suerte se alió conmigo. La jefa de estudios me dio un papel para entregárselo al profesor de gimnasia.
- Creo que estará en su cuarto. Llévaselo cuanto antes, corre prisa.- me dijo
Salí pitando hacia los vestuarios pensando en que iba a estar a solas con él, frente en frente, en su intimidad. Al llegar toqué la puerta y su voz ronca me respondió:
- Pasa, la puerta está abierta
Abrí la puerta y me lo encontré de espaldas. Solo llevaba puesta una toalla y su ancha espalda brillaba todavía humedecida después de la ducha.
Se dio la vuelta y en aquel momento la toalla se soltó dejando a la vista su poderoso miembro. No estaba erecto, pero era una polla grande, gorda, que aún estando morcillona se veía realmente majestuosa.
Me quedé petrificado, con la boca medio abierta, enbobado observando aquella maravilla de la naturaleza.
- ¿Nunca has visto la polla de un hombre de verdad? – me dijo y soltó una sonora carcajada
Con una mano se agarró la polla y puso la otra sobre mi hombro.
- Mira, dentro de poco tendrás una herramienta como ésta y podrás hacer gozar a todas las chicas que quieras.- y soltó una nueva carcajada
Yo me puse rojo como un tomate y tras entregarle el papel salí apresuradamente del pequeño cuarto, avergonzado por aquella situación.
Nunca volvimos a hablar del tema, ni
volvió a ocurrir nada parecido, pero aquel pequeño incidente lo tuve muy
presente durante los siguientes años. Mi cuerpo empezó a cambiar al igual que
me vida. Dejé el colegio y marché al instituto y luego a
Habían pasado casi 10 años desde que dejé el colegio. Tenia 24 años y había terminado la carrera de biología. Pero como había pocas posibilidades de trabajar directamente en ese campo, decidí probar suerte en la enseñanza. Al poco tiempo me llamaron para hacer una sustitución de 2 meses y cual no seria mi sorpresa cuando mi primer destino era mi antiguo colegio.
El primer día fue una locura de nervios, incertidumbre y desconocimiento, pero logré superarlo. Muchos de los profesores eran los mismos que había tenido yo y me recibieron muy bien, dándome todo su apoyo. Pero había uno al que no vi, al de gimnasia. Por eso, a ultima hora, cuando ya había terminado las clases, me acerqué a los vestuarios, preso de la curiosidad. Y según me acercaba empecé a escuchar unos silbidos que me resultaron familiares.
La puerta estaba entreabierta y me introduje sigilosamente en el pequeño cuarto, como había hecho 10 años atrás. El profesor estaba de espaldas, ordenando sus cosas. Se acababa de duchar y solo llevaba una toalla, como aquella otra vez. Su cuerpo seguía siendo igual de impresionante o más. Había engordado algo, pero apenas se le notaba el paso de los años. Estuve observándolo durante unos segundos, hasta que se dio la vuelta y me saludó, un tanto sorprendido por mi presencia en aquel lugar tan privado.
- ¡Hola! ¿Eres nuevo en el colegio? No sé…tu cara me suena.- y mientras me decía esto me dedicó una amplia sonrisa mientras se llevaba su manaza a su prominente paquete
- Soy nuevo y no soy nuevo. Estudié aquí hace unos 10 años y ahora soy profesor. Estoy haciendo una sustitución. He empezado hoy.- le respondí, muy nervioso, y sin poder quitar la vista de lo que su mano estaba haciendo por encima de la toalla
- Ummm…si ahora recuerdo…eres aquel chico tímido que una vez me vio en pelotas aquí y se marchó asustado.- soltó una gran carcajada y se acercó a mí.- veo que has vuelto…será que dejaste algo pendiente.
Traté de tragar saliva y es que de pronto todos mis sueños de adolescente se estaban haciendo realidad. Tenia a aquel hombre al que tanto había admirado a pocos centímetros de mí, dispuesto a satisfacer mis deseos más íntimos.
Me abrazó con sus poderosos brazos y pude sentir toda la inmensidad de su cuerpo rozando el mío. Acercó su boca a mi oído y me susurró unas palabras:
- ¿Ya eres lo suficientemente hombre para disfrutar conmigo?.
Y mientras me decía esto una de sus manos agarró con fuerza mi culo y empezó a apretarlo.
- Umm… está duro…y además parece muy tragón. Seguro que ya ha probado muchas pollas…pero ninguna como la mía…
Y empezó a besarme apasionadamente, metiendo su lengua hasta lo más profundo de mi boca. Apenas podía respirar aprisionado entre sus brazos y con la boca llena con su lengua. Aquella situación duro varios minutos, hasta que me separó de él mientras me sonreía.
- Ya es hora de que disfrutes de la golosina que venías buscando
Y el profesor se soltó la toalla para dejar al descubierto su hermoso cipote. Si 10 años antes lo había visto a media asta, ahora estaba en su máximo esplendor. Debía medir veintitantos centímetros y era gorda, con un capullo rosado que se dirigía hacia a mí, desafiante.
- ¿Te gusta, verdad? Pues a ver si eres capaz de tratarla como se merece.- Y la acercó lentamente a mi boca.
Me abalancé sobre ella como un niño que se abalanza sobre una golosina. Podía sentir todo el calor de su cuerpo a través de su rabo. Apenas me cabía en la boca, pero yo hacía todo lo posible para tragármela entera.
El profesor me sujetó la cabeza con su manaza y empezó a acariciarme mientras mi boca seguía bombeando se polla.
- Joder, está claro que ya no eres un crío. La chupas como un verdadero cabrón.
Aquellas palabras fueron un acicate para mí, para seguir comiéndome su enorme tarugo, aquel que me había quitado el sueño tantas noches durante mi adolescencia
- ¡Pónte en pelotas! –me ordenó con aquel tono autoritario que tanto me excitaba – quiero comprobar que clase de armadura gastas
Mientras yo me quitaba, a trompicones, el calzado, el niki y los pantalones, el entrenador se giró para la cerrar la puerta con la llave.
- No quiero que nadie nos moleste mientras jugamos – y me guiñó un ojo mientras empezó a sobar todo mi cuerpo con sus manos – umm, estás bien rollizo, aunque podría endurecerte un poco con unas buenas sesiones de gimnasio.
Me ruboricé un poco, porque no hacía demasiado ejercicio y mis lorzas ya eran algo más que incipientes. Pero en aquel momento sólo quería disfrutar.
- Vamos a ver que regalo guardas debajo de ese calzoncillo.
Se agachó delante de mí y me bajó lentamente la prenda interior. Mi polla, que estaba dura como una barra del hierro, saltó al exterior al ser liberada.
- Umm, vaya herramientas gastas, cabroncete. No es tan grande como la mía, pero si muy apetecible.
Y se metió de golpe la polla en la boca. Pronto pude notar como empezaba a succionar mi miembro, con violencia, como si quisiera ordeñarme allí mismo. Una de su enormes manos agarró con fuerza mis pelotas mientras mi polla desparecía en su boca.
- ¡Hostia! Qué rabo más rico tienes – me dijo con una sonrisa mientras dejaba por un momento la faena
El siguió chupándome la polla mientras yo le acariciaba la cabeza y pasaba la mano por su enorme espalda. También alargué la mano para llegar hasta su descomunal culo.
Así estuvo un buen rato agachado delante de mí, hasta que se levantó bruscamente y me dio una fuerte palmada en el trasero haciéndome un gesto en la cabeza para que me girara y me apoyase en una mesa que había en el centro del cuarto. Me recosté sobre la mesa y abrí bien las piernas para ofrecerle todo mi culo.
Primero deslizó su mano por la raja y después de agacharse agarró con fuerza mis nalgas para separarlas y soltar un fuerte escupitajo sobre mi culo.
- Antes de follarte quiero saborear bien este ojete, que seguro está tan rico como tu polla. Además necesitará una buena lubricación para que mi herramienta pueda entrar sin hacerte mucho daño.
Acercó su lengua a mi culo y empezó a repartir la saliva de su escupitajo por toda la zona de mi ojete. Al principio con suavidad y después con más fuerza hasta clavar la punta de su lengua en la entrada de mi culo
- Ummm, tan delicioso como yo pensaba
Y siguió perforándome el ojete con su lengua. De vez en cuando lo lubricaba bien con un escupitajo y volvía a la faena. Así estuvo durante un buen rato, hasta que volvió a darme otra sonora palmada en el culo
- Túmbate en la mesa, boca arriba. Quiero ver la cara de cabroncete que pones mientras te follo.
Obedecí sin rechistar. Que aquel anima me follara vivo era un sueño que había tenido desde la adolescencia. Y el momento había llegado.
Me tumbé sobre la mesa y abrí bien las piernas, a la vez que me agarré bien la polla, que estaba dura como una estaca.
El profesor se agacho ante mí y soltó otro escupitajo, aunque esta vez no lo acompañó con la lengua sino que introdujo dos de sus dedos por el agujero y comenzó a masajear el interior de mi culo con suavidad. Al principio, sentí algo de dolor, pero poco a poco se convirtió en un intenso placer. Mientras él jugaba dentro de mí, yo me agarré la polla y empecé a meneármela con fuerza, multiplicando el placer que sentía en aquellos momentos.
De repente, sacó sus dedos de mi culo y se levantó, poniéndose desafiante ante mí
- Ha llegado la hora. Mi polla está bien dura y tu culo bien lubricado y masajeado. Esto va a ser coser y cantar.
Empezó a jugar con su dedo pulgar en mi ojete, pero pronto lo sustituyó por algo más grande y poderoso. Colocó el glande en la entrada de mi cueva y poco a poco, empezó a deslizarse dentro de mí. Primero con suavidad y luego con más fuerza hasta llegar al fondo. Yo dio un respingo de dolor en ese momento, pero a continuación le guiñé el ojo para indicarle que todo iba bien
- ¡Qué culo más tragón tienes, cabroncete! – y me dedicó una sonrisa pícara mientras seguía bombeando, cada vez con más fuerza.
Sus embestidas eran brutales y su polla entraba y salía de mí, una y otra vez. Nunca imaginé que aquella fantasía de adolescente fuese a convertirse en realidad
- Agárrame los pezones y tira fuerte de ellos – Volvió a ordenarme. Mis manos atraparon sus pezones, que eran grandes y estaban duros como piedras. Tiré todo lo que pude y su rostro se retorció de placer mientras no dejaba de cabalgarme.
Así estuvimos durante un buen rato, hasta que el profesor empezó a bufar y después de unos segundos un sonido gutural salió desde lo más profundo de su garganta. Empezó a correrse a dentro de mí, mientras no paraba de bombearme. Cuando hubo terminado se echó encima de mí y empezó a comerme la boca. Los dos estábamos completamente sudados y nuestros sudores se entremezclaron.
- Como me has hecho gozar, cariño. Ha sido la corrida más salvaje que he tenido en mucho tiempo.
Cuando se reincorporó y sacó su miembro de mi interior, me agarré la polla y empecé a agitarla para completar con una buena corrida aquella increíble sesión de sexo.
De repente, me agarró la polla con su poderosa mano y me dijo:
- Todavía no, campeón. Quiero sentir tu tranca dentro de mí. Quiero que me folles como un animal.
No daba crédito a sus palabras. No sólo me regalaba su polla sino que también quería regalarme su culo.
- Será un placer para mí, señor.- respondí, emocionado con la propuesta.
Al levantarme para intercambiar de posiciones, aproveché para darle una sonora palmada en el culo.
- Ya veo que has comprendido tu nuevo rol. Ahora eres tú el que mandas. Hasta hace poco yo era sólo activo, pero cuando descubrí lo placentero que es que te follen, me di cuenta de lo que me estaba perdiendo.
Pegó un saltó y se tumbó en la mesa. Se agarró con fuerza los muslos, abriendo bien las piernas. La entrada de su culo se mostró ante mí, rodeada de una buena cantidad de pelo
- Uff, tengo el culo seco. Lubrícamelo bien antes de follarme, campeón
Me agaché entre sus piernas y solté un sonoro escupitajo que empapó su hermoso ojete. Me acerqué y empecé a masajearlo con mi lengua, extendiendo la saliva. Poco a poco mi lengua se fue introduciendo en su interior, hasta que no pudo llegar más dentro.
- ¡Hostia! Esto también lo haces de puta madre. Estoy deseando que me folles como un animal.
Aquellas palabras me enfurecieron más si cabe y después de abrir más su ojete con ayuda de mis dedos, seguí metiendo la lengua como si fuera un arpón.
- ¡Fóllame cabrón! Por lo que más quieras – me suplicó
No podía rechazar aquella petición y me levanté para ponerme frente él. El soltó las piernas y las colocó sobre mis hombros. Con las manos liberadas, se agarró la polla con fuerza. Aunque hace pocos minutos que había derramado su leche dentro de mí, volvía estar erguida y desafiante.
Coloqué mi capullo en la entrada de su culo y, casi darle tiempo a reaccionar, empujé hacia delante para meterlo hasta el fondo. La sensación de placer que tuve mientras mi rabo se deslizaba por su interior fue brutal. El entrenador hizo un pequeño gesto de dolor y se mordió la parte inferior del labio. Estaba claro que su orgullo le impedía mostrar cualquier signo de debilidad.
- Veo que no te andas con bromas. Así me gusta, eres todavía más bestia que yo follando. Cabálgame bien y lléname con tu leche.
Yo ya no escuchaba sus palabras. Todas mis fuerzas estaban concentradas en empujar una y otra vez mi polla dentro de su culo. Ambos sudábamos como auténticos cerdos. De repente comencé a gruñir porque empezaba a notar como el semen salía de mis pelotas y después de recorrer la polla explotó con fuerza en el interior del entrenador. El gozo que sentí en ese momento fue bestial y seguí empujando con fuerza, porque no quería que aquello se acabase.
- ¡Córrete bien, cabrón! ¡Quiero toda tu leche dentro de mi..!
El entrenador también empezó a gruñir como un animal y un chorro de blanca leche salió de su tranca, como si fuese un volcán en erupción, hasta caer sobre su hermosa barriga.
Los dos estuvimos jadeando durante unos segundos interminables hasta que exhausto por el esfuerzo, dejé caer mi cuerpo sobre el suyo.
El me rodeó con sus poderosas piernas y nos fundimos en un intenso abrazo.
- Ha sido increíble, tío. Vaya polvazo que me has regalado. Ha merecido la pena esperar a que te hicieras un hombre,je,je
- Creo que el regalo ha sido mutuo, je,je – respondí todavía con la voz entrecortada
Los
dos nos echamos a reír. Aquel día no hubo tiempo para más, pero durante los dos
meses que duró mi trabajo en mi antiguo colegio, tuvimos ocasión de repetir
unas cuantas veces más…
PINONE



1 comentario:
Qué ganas de leer una nueva historia tuya, muy muy sexy (por no mencionar las fotos).
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