- ¿Hay alguien? – pregunté.
- Sí, chavalote, pasa. Estaba esperándote – Una voz ronca y viril se escuchó desde el fondo del taller.
En pocos segundos presentó ante
mí un tiarrón de 1,80 metros y unos 125 kilos. Tendría cerca de los 50 tacos.
Poco pelo sobre la cabeza y una perilla bien arreglada. Estaba embutido dentro
de un buzo bastante gastado por el trabajo y al moverse marcaba un paquete más
que prominente. Aunque tenía un rostro
bastante fiero, con cara de pocos amigos, esbozó una hermosa sonrisa al
situarse ante mí.
- Vaya, o sea que tu eres el nuevo cachorro que
nos mandan de la escuela. Aunque más que mecánico tienes pinta de
granjero,ja,ja – Y sonó una sonora carcajada, mientras se llevaba una de sus
manos al paquete, con poco disimulo.
La verdad es que tenía algo de
razón. Yo había nacido en una granja y estaba acostumbrado al duro trabajo del
campo desde pequeño. Y gracias a ello, a mis 20 años, tenía una constitución bastante fuerte y unas manos
endurecidas por la labor del campo.
- Bien, bien, supongo que habrás aprendido mucho
de mecánica en la escuela. Aquí trabajarás en un taller de verdad, con
mecánicos de verdad.- y volvió a sonreírme
- Sí, jefe – respondí sin dar crédito a lo que estaban viendo mis ojos. Aunque sabía que no era mi jefe, me excitaba mucho llamarle de aquella manera
Me acerqué a él y agarré con mi mano derecha el tallo de su herramienta mientras mi boca empezó a saborear su hermoso capullo. Tenía un sabor salado y estaba muy caliente. Poco a poco fui bajando por el tarugo hasta meterme casi todo el rabo en la boca. Cuando noté una arcada me lo saqué de la boca mientras miraba de reojo, complaciente, al mecánico.
- Así, chaval, así me gusta. Veo que vas
aprendiendo rápido. No sé si te han enseñado a chuparla así en la escuela, pero
lo haces de puta madre.
Yo no tuve tiempo de contestarle,
ya que mientras con una mano empecé a acariciar sus enormes pelotas, volví a meterme
su polla en la boca, para seguir succionando, arriba y abajo sin parar. De vez
en cuando me lo sacaba de la boca para repasar con la lengua todos los
recovecos de su polla y lamer sus hermosos huevos.
- Joder, como estás poniendo, cabroncete, como
seas tan bueno arreglando motores…
Así estuvimos un buen rato, yo
comiéndole el cipote, mientras él dirigía los movimientos de mi cabeza con la
ayuda de su mano, hasta que se detuvo y me miró sonriente.
- Quiero saber que tesoros escondes debajo de ese
chándal. Quitatelo antes de que te lo arranque a mordiscos y le des un disgusto
a tu madre.
Obedecí sin rechistar y en pocos
segundos estaba en pelota picada delante de aquel hombretón. Mi polla estaba
dura como una estaca.
- Umm, tienes buena herramienta y el resto de la
armadura tampoco está nada mal. Se ve que estás acostumbrado a trabajar en el
campo, sin necesidad de ir al gimnasio para marcar músculo.
Me sentí halagado por sus
palabras, pero yo también quería ver su cuerpo entero desnudo. Y pude verlo de
inmediato en su esplendor. Se libró de la parte superior de su buzo de trabajo
y todo él cayó al suelo. La única prenda que no se quitó fueron las botas de
seguridad. Brazos poderosos, forjados por el duro trabajo, un pecho enorme,
adornado de abundante vello, una barriga prominente, pero dura y dos piernas
que parecían columnas. Y por supuesto, aquellos genitales que ya había
disfrutado con mi boca y con mis manos.
- Siéntate encima del capó del coche, que quiero
saborear tu rabo.
Me senté encima del capó y él se
agachó ante mí. Me agarró de las pelotas con una mano y acercó sus labios a mi
polla, que ardía en deseos de ser devorada. Y no se hizo esperar. La primera
mamada fue brutal, parecía que me iba a arrancar el miembro de cuajo. Yo no
podía hacer nada más que suspirar y agarrar su cabeza, tratando de apaciguar su
ímpetu. Pero no era fácil. El osazo estaba hambriento aquella mañana y mi polla
era su manjar.
Apoyé mi mano derecha sobe su
fornido cuello para controlar los movimientos de su cabeza y después recorrí su
enorme espalda. Mientras el mecánico seguía devorando mi polla, una y otra vez,
casi hasta atrangantarse, al mismo tiempo que seguía apretando con fuerza mis pelotas. La mamada fue brutal y
duró más de 10 minutos, hasta que apartó su cabeza y me dedicó una sus mejores
sonrisas.
- Ven, vamos a jugar dentro del coche. Seguro que
te gusta.
Se levantó, abrió la puerta del
coche y dejo caer su enorme corpachón sobre el asiento del copiloto.
- Mi fúsil está con ganas de taladrarte, pero
primero quiero que le des un último repaso
Me puse delante de él,
arrodillado sobre el frío suelo del taller y empecé a devorar otra vez su
minga.
- Espera, primero quiero que te comas mis pelotas…
si es que puedes con ellas, je,je
Me saqué la polla de la boca y
casi sin tiempo para respirar empecé a chupar una de aquellas enormes bolas.
Nunca había visto unos testículos de aquellas dimensiones, parecían más propias
de un toro que de un ser humano. A duras penas conseguí meterme una de ellas en
la boca, mientras acariciaba la otra con la mano. Tuve que hacer verdaderos
esfuerzos para aguantarme la arcada, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa
para satisfacer a aquel animal. Cuando terminé con una empecé con la otra,
primero chupando bien el forro para después metérmela en la boca… bueno, hasta
donde podía
Mientras yo me comía sus pelotas, el mecánico bufaba de placer agarrándose al techo del coche.
- Así, cabrón, que bien te comes mis marmitas. Me
estás poniendo a mil por hora. Sigue ahora con el rabo.
Avancé con mi boca hacia arriba y
después de chupar el rosado capullo de
su tarugo, me lo tragué entero. Una vez llegué a la base del cipote, empecé a
succionarlo arriba y abajo. El mecánico agarró mi cabeza con una de sus enormes
manos para acompañar el movimiento.
- Ostias, como sigas así vas a vaciarme las
pelotas antes de tiempo. No sé si sabrás de electromecánica, pero desde luego
sabes ordeñar a un macho de puta madre. Qué cabronazo eres.
Aquellos halagos no hicieron más
que ponerme más caliente todavía y seguí mamando la polla del mecánico una y
otra vez.
- ¿Quieres sentarte en mi tranca? – Me propuso,
guiñándome un ojo.
- Será un placer para mí – le contesté, mientras me ponía de pie y me daba la vuelta
- Espera un poco. Primero te voy a lubricar bien el ojete, no vaya a ser que te destroce con mi herramienta.
Me doble hacia adelante apoyando
una de mis manos en la puerta del coche para no caerme. El mecánico me agarró
con fuerza, acercó su boca a mi culo y soltó un sonoro escupitajo que empapó la
entrada de mi cueva. Después acercó su lengua y empezó a esparcir la saliva por
el ojete hasta perforar el agujero con la punta . Me habían comido el culo
muchas veces ya, pero sentir aquella poderosa lengua en mi interior fue una
sensación increíble
- Creo que ya estás preparado para sentarte en el
trono – y me dio una fuerte palmada en el culo.
Acerqué mi culo a su rabo,
dándole la espalda y agarré con fuerza el tarugo buscando la entrada de mi
culo. Cuando lo coloqué sobre la vertical, empecé a descender con suavidad
hasta que hizo tope con su capullo. Moví un poco la polla del mecánico hasta
colocarla justo en mi agujero y seguí bajando poco a poco. Aunque al principio
el dolor era intenso, e incluso solté un juramento, según iba entrando dentro de mí, me fui
relajando y sintiendo un intenso placer.
Una vez que estuve bien empalado
por la tranca del mecánico, empecé a cabalgarlo, subiendo y bajando, al
principio con suavidad, pero cada vez con más ritmo.
- Hostia! Cabálgame la polla cabrón, ¡cómo me
estás haciendo gozar! – acertó a decir el mecánico, recostado sobre el asiento
del copiloto, mientras mi culo bombeaba sobre su tarugo.
Así estuvimos varios minutos,
hasta que el mecánico me dio un pequeño empujón, dándome a entender que quería
salir fuera. Salí del coche y le di la mano para levantar su corpachón del
asiento. Cuando ambos estuvimos fuera del coche, me dio una fuerte palmada en
el culo e indicándome que me tumbase boca abajo sobre el capó del coche.
- Antes de follarte quiero comerme bien ese culo
tan rico.
El mecánico levantó un poco mi pierna derecha y separando mis nalgas con sus manazas, metió su lengua en mi raja. Me dolía un poco el ojete de la follada y aquello me sirvió como calmante. Pude sentir como metía todo el morro entre mis nalgas con su experta lengua como ariete. A veces me embestía con la lengua, otras veces me lamía de arriba abajo toda la zona y otras veces se dedicaba a mordisquearme las nalgas.
Así estuvimos un buen rato hasta
que apartó su cara y mordiéndose la parte inferior del labio dijo:
- Me pasaría todo el día comiéndome este culo tan
delicioso, pero tengo algo entre las piernas que me está pidiendo guerra.
Se puso de pie y casi sin tiempo
a que me preparara, colocó su capullo en
la entrada de mi culo y con un fuerte golpe de riñones me la metió de golpe,
hasta el fondo. La embestida fue brutal y me temblaron hasta las piernas, pero
no quise demostrar ningún signo de debilidad.
El mecánico me agarró con fuerza,
con una mano en el hombro y otra en la cintura, y empezó a bombearme con la fuerza de un toro, mientras
yo me agarré la tranca y empecé a meneármela. Aunque a muchos tíos se les baja
la erección cuando les están penetrando, mi mango parecía una barra de hierro.
Cada vez que entraba dentro de mí, sus enormes pelotas chocaban en mi culo,
producían un sonido seco, que podía
escucharse en todo el taller.
Así estuvimos durante varios,
minutos, yo pajeándome con fuerza, mientras el mecánico me embestía una y otra
vez.
- Creo que voy a correrme – le dije, notando que
el semen empezaba a salir de mis pelotas y no podía pararlo
- Espera cabroncete, quiero ver tu cara mientras te corres y también que veas la mía.
Y sacando su polla de mi
interior, me dio otra fuerte palmada en el culo para que me diese la vuelta.
Apoyando mi culo sobre el capó del coche, levanté mis piernas hasta colocarlas
sobre los hombros del mecánico. El agarró mis piernas con sus manazas y con
otro golpe de riñón, me metió la herramienta hasta el fondo. Yo me agarré la
polla y empecé a agitarla otra vez hacia arriba y hacia abajo.
- Vamos a darlo todo, cabrón, hasta el final.
Tengo ganas de ver como sale un chorretón de leche de esa estaca que tienes
entre las piernas – me dijo entre dientes mientras me bombeaba una y otra vez,
con el rostro casi desencajado y completamente sudoroso.
No sé cuanto duró aquella batalla
final ya que había perdido el sentido del tiempo. Los dos estábamos empapados,
repletos de sudor y fuera de nosotros mismos. Si en ese momento hubiera entrado
alguien en el taller, se hubiera encontrado con un espectáculo difícil de
olvidar.
De pronto, empecé a notar que mis
pelotas no aguantaban más y en poco segundos un primer chorretón de leche
empezó a salir con fuerza de mi polla, cayendo con fuerza sobre mi estómago. A
ese primer lechazo le siguieron dos o tres más hasta que ya no pude más y me
dejé caer sobre el capó.
El mecánico seguía a lo suyo
empujando dentro de mí, hasta que empezó a bufar como un animal y su hermoso y
sudoroso rostro se contrajo. Soltó un gruñido más propio de una bestia y
mordiéndose con fuerza el labio inferior empezó a soltar toda su leche dentro
de mí.
- ¡¡Dios, dios!! – era capaz de articular el
mecánico mientras su semen inundaba mis entrañas.
Cuando hubo derramado toda la
producción láctea de sus enormes pelotas dentro de mí, dejó caer su corpachón
sobre mí y empezó a comerme la boca, sin sacar todavía su polla de mi culo,
como si no quisiese que aquello terminase.
- Joder, qué cabrón eres, estás como un queso y
además follas como un hijo de la gran puta – y soltó un sonora carcajada,
mientras seguía besándome
Poco segundos después se apartó
de mí y me dijo con cara de pena:
- En cinco minutos aparecerán mis empleados por la
puerta y no quiero que me pillen así, je,je. Date una ducha rápida y enseguida
empezaremos con el trabajo. Y dándome una última y sonora palmada en el culo,
me indicó la dirección hacia el pequeño
vestuario del taller.
Cuando se abrió el taller a las
nueve de la mañana, parecía que no había pasado nada, aunque yo estaba molido
por la paliza de la sesión matinal de sexo y con el culo bien escocido después
del repaso que le había dado aquel animal con su herramienta.
Aquellos tres meses fueron
increíbles, no sólo por lo que aprendí de arreglar coches, sino, sobre todo,
por las increíbles folladas con el mecánico. Había días que madrugábamos para
darnos un homenaje antes de empezar la jornada de trabajo y otras veces nos
quedábamos a solas después de cerrar el taller.
PINONE
1 comentario:
Q dura es la vida del estudiante 🤣
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