Al despertar sentí un intenso
dolor de cabeza. No sabía dónde estaba. Al abrir los ojos, puede vislumbrar lo
que parecían los barrotes de una celda. ¿Qué demonios había ocurrido la
víspera? Poco a poco, mi cerebro empezó a enviarme algunas imágenes confusas de
lo que había sucedido la noche anterior. Fui solo a un bar, bebí mucho y no sé
porque me vi envuelto en una pelea. Quizás por eso sentía que mi cuerpo estaba
dolorido. Al final unos policías intentaron reducirme y aunque uno de ellos se
llevó un buen puñetazo, consiguieron el objetivo. Seguramente por eso me encontraba
allí. Solo llevaba puesto el pantalón corto y la camisa de tirantes con los que
salí de mi hotel. No había rastro de la cartera y del teléfono que llevaba
encima. Probablemente me los habían confiscado.
De repente un ruido repetitivo rompió
el silencio de aquel lugar. Parecía una porra de policía que se iba recorriendo
los barrotes, cada vez más cerca de mi celda
- - aya, parece que el bello durmiente ya ha
despertado – escuché una voz ronca que también se acercaba a mí.
Cuando llegó frente a la puerta
de mi celda, se paró. Levanté la cabeza para echarle un vistazo y vi que era un
policía enorme, con cara de pocos amigos. Tendría unos 50 años, 1,80 de altura
y sobre los 130 kilos y es que era
realmente ancho, y lo parecía aún más con el uniforme. Tenía poco pelo en la
cabeza y una hermosa perilla de pelo casi blanco adornaba su rostro.
- - Voy a hacer un registro rutinario, por si
escondes algún objeto peligroso o algún tipo de droga. Ponte de pies, mirando a los barrotes, en un
lugar donde pueda controlarte
Mientras yo obedecí sin rechistar
y me puse tal como me ordenó, abrió la puerta y entró en la celda, con un gesto
casi despectivo.
Con ayuda de la porra levantó el
colchón del camastro sobre el que había dormido y después de dedicó a esparcir
los pocos objetos que había en aquel lúgubre lugar. Después se colocó detrás de
mí y empezó a golpear suavemente mi trasero con su porra. No sabía muy bien cómo
reaccionar. Estaba claro que aquello superaba los límites del trato digno a los
presos, pero al mismo tiempo me excitaba mucho y mi polla empezaba a
endurecerse entre las piernas.
- - Vaya, vaya, parece que estás más manso que ayer.
Hoy voy a ser yo el que te dé guerra – me dijo mientras sustituía la porra por
su mano, para manosearme el culo sin ningún reparo – voy a ver si guardas algo
más.
Y metió su manaza por la parte
posterior del pantalón hasta meter uno de sus dedos en mi ano. Yo me estremecí
al sentirlo hurgando en mi culo, más que nada por el placer que me estaba
empezando a dar aquel policía cabrón.
- - Umm, vaya, parece que no escondes nada en tu
preciosa cueva, aunque más tarde tendré que hacer una exploración más a fondo.
De momento, voy a dejar que saborees mi pistola
Se apartó de mí y me agarró con
fuerza del cuello para me agachara ante él. Se bajó la cremallera del pantalón
del uniforme, hurgó dentro del calzoncillo y se sacó su hermosa herramienta.
Era bien gorda y carnosa, circuncidada, y aunque todavía no estaba totalmente
dura, debía medir cerca de 20 centímetros. Me golpeó la cara con su polla antes
de agarrarme la cabeza con las dos manos y obligarme a metérmela toda en la
boca. Apenas me cabía y tuve que hacer un gran esfuerzo para aguantar la
arcada, pero enseguida la tenía bien atrapada en el interior de mi boca.
- - Así, cabroncete. Trátala con cariño, no como a
mi compañero que le dejas casi tuerto del puñetazo – y sonó una carcajada – cómetela
entera, si puedes.
Yo seguí succionando su
herramienta, como si de un biberón se tratara. Ya había alcanzado su dureza
máxima y parecía una barra de hierro. Una barra caliente y sabrosa coronada por
un hermoso capullo.
- - Ahora cómeme las pelotas, que están llenas de
leche calentita y con ganas de descargar
Apenas solté el rabo mi boca se
dedicó a saborear sus peludas pelotas, primero una y después la otra. El poli
gemía de placer mientras yo jugueteaba en su entrepierna.
- - hora te voy a dar a probar otra cosa a la que
seguro que no le haces ascos
Y después de soltar mi cabeza, se
desabrochó con fuerza el cinturón y dejo caer los pantalones de su uniforme,
dejando al aire sus fornidas y peludas piernas. Se desabrochó la camisa y pude
observar su hermoso pecho que se adivinaba grande y peludo, así como su
incipiente barriga
Se dio la vuelta , se levantó la
parte inferior de su camisa y colocó su enorme culo a escasos centímetros de mi
cara. Dos nalgas duras rodeaban una raja peluda en la que se intuía un hermoso
ojete. En cuanto acerqué mi lengua a la entrada de su cueva el poli empezó a
gemir de gusto
- - Méteme bien la lengua en el culo. Quiero sentirla
dentro de mí
Agarré sus nalgas con mis dos
manos hasta separarlas todo lo que pude y hundí mi cabeza en su culo para
perforar todo lo que pude su ojete con mi lengua
- - ¡Hostía, que bueno!.- exclamó el poli – cómetelo
bien, que es todo tuyo
Mi lengua ya no podía parar de
saborear aquel dulce manjar. Empezó a recorrer la raja de arriba abajo, parando
en el agujero para devorarlo con rápidos movimientos. Todo ello acompañado de
uno gruñidos que indicaban lo hambriento que estaba. El poli se estaba volviendo loco con lo que
le estaba haciendo en sus cuartos traseros por los gemidos que soltaba.
- - Necesito que me folles. Si eres capaz de hacerme
eso con la lengua, no quiero saber lo que puedes hacerme con la tranca
No podía creerme lo que estaba
diciendo. Aquel cabrón autoritario poco menos que me estaba implorando que le
diese por culo. En aquel momento recordé que varios policías y militares con
los que había estado habían tenido comportamientos similares. Tíos dominantes a
los que les excitaba verse, de alguna manera, dominados.
No tuve tiempo de responderle,
solo de obedecerle. Le di un último lametón a su hermoso ojete y me puse de
pies. Mi polla estaba como un mástil y
lo coloqué encima de su culo para que notase su dureza
- - Fóllame ya cabrón, que se que lo estás deseando
No le día casi tiempo a terminar la frase porque empujé con fuerza para metérsela de un solo golpe. Aunque al principio parecía que no iba a entrar, poco a poco fue cediendo, hasta llegar al fondo.
El poli dio un fuerte bufido y
cerró los ojos. Seguramente le estaba haciendo daño con mi brutalidad, pero no
querría reconocerlo. Además con la chulería que gastaba, seguro que aquel dolor
le producía mucho placer
- - Sigue así, cabrón, no tengas piedad
Una vez acomodado en su interior,
empecé a bombearlo, primero con suavidad, pero después cada vez con más
violencia, a la vez que empecé a gruñir para añadir más fuerza a la follada.
Estuvimos así buen rato. Aunque
yo tenía ganas de explorar dentro de él, supe contenerme, porque además yo
también estaba deseando disfrutar de su polla dentro de mí.
Ambos sudábamos como cerdos en
aquel inmundo calabozo sin ventilación. De pronto, el poli se puso de pies y me
agarró con fuerza del cuello para intercambiar nuestras posiciones. Ahora era
yo el que estaba con las manos en los barrotes, a merced de mi amante.
Aprovechó el momento para quitarse del todo la camisa del uniforme y quedarse
totalmente en pelotas
- - Uff, me has hecho gozar como un cabrón con tu
tranca, campeón. Eso merece una buena recompensa y te la voy a dar con creces
Me agarró de la cintura para
doblar la cintura y me pusiera en la posición ideal para ser follado. Me bajó
lentamente el pantalón corto y me subió la camisa de tirantes. Después me
introdujo uno de sus dedos en el ojete, girando dentro de él. Yo día un pequeño
respingo, dándole a entender que estaba gozando con su jueguecito. En ese
momento noté un fuerte escupitajo en la entrada de mi culo y enseguida su
poderosa lengua empezó a recorrer mi ano, con movimientos circulares que me
volvían loco.
- - Qué rico tienes el culo, cabrón. Estaría horas
comiéndome este rico manjar, pero tango algo entre las piernas que también
quiere su ración
Y después de darme una fuerte
palmada en culo, noté como algo duro empezaba llamar a la puerta de mi ojete. Pensaba que su glande no podría entrar dentro
de mí, pero el poli empujó con toda su fuerza, como yo había hecho
anteriormente y aunque al principio parecía misión imposible, poco a poco su
pollón fue deslizándose en mi interior. El dolor inicial fue cediendo,
transformándose en un intenso placer. El policía me embestía una y otra vez,
con la fuerza de un toro, totalmente desatado. Yo tenía que agarrarme con
fuerza a los barrotes para que no me abriese la cabeza
- - Dios, que gustazo me estás dando. Tienes un culo
perfecto para mí, bien tragón.
La follada duró varios minutos hasta que el
poli paró en seco, no sin antes darme un buen azote en el culo.
- - Quiero que te sientes en mi tranca y ver la cara
de cabrón que tienes cuando te follo.
Yo termine de despelotarme del
todo, mientras el poli se tumbaba en el cochambroso camastro en el que yo había
pasado la noche. Su herramienta estaba bien dura y apuntaba al techo de la
celda. Yo me puse sobre él, abriendo bien las piernas. Poco a poco fui bajando,
hasta que la punta de su rabo topó con la entrada de mi culo. Con ayuda de mis
manos abrí todo lo que pude el culo, de tal forma, que seguí bajando hasta
sentarme encima suyo con la polla bien dentro
- - Cuando vi cómo te revolvías al intentar
detenerte y comprobar lo fuerte que estabas, tenía claro que íbamos a acabar
follando como dos animales.
Empecé a subir y bajar sobre su
estaca, mientras me agarraba con fuerza la polla para pajearme, con el ímpetu
de un adolescente. El poli me agarraba de la cintura mientras apretaba los
dientes. Por su cara de satisfacción se podía ver lo mucho que estaba gozando.
Yo no podía aguantar más y cuando noté que la leche salía de mis pelotas empecé a gruñir hasta que un chorro de espeso líquido blanco empezó a salir por el orificio de mi polla. El duro rostro del poli quedó cubierto por una capa de semen, cayendo también sobre su peludo pecho.
Mientras yo me vaciaba sobre él, un
sonido gutural salió desde lo más profundo de la garganta del policía,
indicando que se estaba corriendo dentro de mí. Me agarraba con fuerza de las
nalgas con fuerza mientras vaciaba sus depósitos en mi interior. Cuando ambos
terminamos de eyacular nos fundimos en un abrazo que terminó en apasionado
beso. Sin lugar a dudas, lo que había empezado tan mal la noche anterior,
terminó bastante mejor.
A las pocas horas estaba en la
calle ya que no habían presentado cargos en mi contra y era totalmente libre.
Eso sí, tenía el culo bastante dolorido y ya estaba deseando meterme en alguna
otra trifulca para volver a repetir la experiencia con el policía en la celda.
PINONE



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