Era mi primer día de vacaciones. Después de un año de duro
trabajo, las tenía bien merecidas. Había cogido una habitación de hotel en un
pueblo turístico de la costa y salí a dar un paseo cerca de playa, después de
ponerme un pantalón corto, una camiseta y unas sandalias. Iba sin rumbo fijo,
con el único propósito de relajarme y desconectar un poco
A los pocos minutos pasé frente un bloque de apartamentos,
los típicos apartamentos que suelan saturar las
zonas turísticas. De repente tuve la sensación de que alguien me estaba
observando. Alcé la vista y en la terraza del tercer piso había un hombre que
me miraba fijamente. Bueno, no era un hombre, más bien un hombretón. Desde
abajo sólo podía ver que llevaba a un gorro, que era muy moreno, con barba y
era grande, corpulento. Estaba a pecho descubierto y una mata de pelo cubría
toda la parte delantera de su cuerpo. Por lo que pude intuir, llevaba un
pantalón corto de camuflaje. Y estaba fumando un puro, un grueso puro que yo
sería incapaz de fumar.
Cuando crucé mi vista con él, me sonrío e hizo una señal con
el dedo índice de la mano derecha, dando a entender que quería que subiese. Yo
estaba un poco aturdido por la situación, pero llevado por el deseo, levanté el
dedo pulgar, respondiendo de forma afirmativa. No sé lo que me depararía
aquella aventura, pero podía ser una buena manera de empezar las vacaciones.
El osazo me indicó con los dedos que estaba en el tercer piso
y en la letra C, tras lo cual dio otra calada al enorme puro.
Subí hasta el tercer piso y me encontré con que la puerta del
apartamento C estaba entreabierta.
- Entra,
campeón. No tengas miedo, estoy en la terraza, esperándote – escuché una voz
ronca que llegaba del fondo del apartamento
Atravesé con rapidez el pequeño habitáculo y al salir a la
tarraza, me encontré a aquel animal sentado en una silla, con el puro en una
mano y agarrándose el paquete con la otra. De cerca pude observar mejor su carrocería.
Era grande, fuerte, con un pecho musculado y cubierto de un frondoso bosque de
pelo. Su barriga era bastante prominente, también cubierta de vello y tenía la
apariencia de estar duro como una piedra.
- Ummm,
estás tremendo – me dijo mientras se acariciaba el miembro por encima del
pantalón – tienes aquí un trofeo que te está esperando. Libéralo y disfrútalo.
Es todo para ti.
Sin mediar palabra, me quité la camiseta, me agaché delante suyo y empecé a desabrochar el cinturón del pantalón mimetizado. Una mata de pelo salió al bajar la cremallera y a continuación saltó un polla enorme, bien gruesa. Todavía no estaba totalmente erecta y me abalancé sobre ella, para atraparla entre mis labios.
El animal gimió de placer y me agarró la cabeza sin soltar su puro. Yo estaba ávido de rabo y empecé a chuparlo arriba y abajo, tratando de dominarlo. En apenas unos segundos ya estaba totalmente duro y casi no me cabía en la boca. Aunque estaba al borde de la arcada, seguí bombeando el rabo, cada vez con más fuerza. Mi anfitrión acariciaba mi cabeza y mi espalda, dando caladas a su puro y soltando el humo sobre mí.
Así estuvimos más de un cuarto de hora, hasta que me agarró del mentón, obligándome a soltar su tranca y a levantar la cabeza. Yo le sonreí y me metió la lengua hasta el fondo de la boca. Tenía un fuerte sabor a tabaco, lo cual me excitaba más todavía. Después de un intenso morreo, me indicó que me diese la vuelta y me apoyase sobre la barandilla. Yo solo llevaba puesto el pantalón de deporte. Empezó a bajármelo lentamente, mientras soltaba un fuerte bufido. Una de sus manos recorría lentamente la raja de mi culo, hasta acariciarme el ojete. En ese momento me agarró con fuerza de la cintura con sus poderosas manos para que pusiese el culo en pompa.
Empezó a darme besos en diferentes zonas del trasero antes de que su húmeda lengua se incrustase en mi agujero. Sentí un placer intenso como si un pequeño arpón se hubiera clavado dentro de mí. Sabía como manejar su lengua y empezó a comerme el culo con suavidad. Al rato, la lengua fue sustituida por algo más duro, pero no era un dedo, sino la parte anterior del puro que se estaba fumando. El placer que sentía era cada vez más intenso y empecé a gemir.
El mastodonte sacaba y metía el puro de mi culo y de vez en
cuando lo aspiraba antes de soltar el humo sobre el agujero. Aunque no podía
verlo, sentía la sueva caricia del tabaco detrás de mí
- Uff.
Tienes un culo realmente delicioso, un auténtico manjar – me dijo con su voz
ronca – pero vamos adentro, que si no algún vecino curioso va a querer unirse a
la fiesta y hoy te quiero sólo para mí.
Entonces me dio una fuerte palmada en el culo y se puso de
pies. Me agarró de la mano con fuerza y me llevó hacia el interior del
apartamento. Una gran cama ocupaba casi la mitad del apartamento y me empujó
sobre ella, casi con violencia. Yo caí de bruces y en pocos segundos él se tiró
encima de mí. No rompimos la cama de milagro. Podía sentir sobre mí un peso
descomunal y a la altura del culo una polla que parecía más una barra de
hierro. Poco a poco fue bajando por mi espalda hasta agarrarme las nalgas con
fuerza para separarlas. Soltó un gruñido y hundió su boca en la raja de mi culo.
Empezó a mover con rapidez su húmeda lengua jugando con mi ojete.
- Ostia, fóllame de una vez. Necesito sentir tu rabo dentro de mí – acerté a decir, entre jadeos de placer por lo que me estaba haciendo en el ano.
- Tranquilo, chavalote, pronto tendrás tu ración de carne. Y esta vez será un puro más gordo que el de antes.
Se puso de pies y agarrándome con fuerza de la cintura, tiró
hacia atrás hasta colocarme al borde la cama. Giré mi cabeza hacia la derecha y
pude comprobar que había un gran espejo, por lo que podía ver todo lo que me
estaba haciendo. Y su estampa era impresionante.
Colocó su pollón sobre la entrada de mi cueva y soltó un poco
de saliva desde su boca, con tanta precisión que cayó sobre su hermoso capullo.
Empezó a empujar hacia adentro y aunque al principio parecía que no iba a
caber, poco a poco las paredes de mi caverna empezaron a ceder y su tranca
empezó a avanzar dentro de mí. Cuando estaba a mitad de camino, el animal dio
un fuerte golpe de riñón y empotró su herramienta hasta el fondo.
No pude evitar un pequeño grito de dolor y el mastodonte
reaccionó acariciándome la cintura antes de darme una fuerte palmada en el
culo, para que me relajase. El dolor fue cediendo y una vez que la tranca
estuvo asentada dentro de mí, empezó a moverla hacia adelante y hacia atrás,
como si de un pistón hidráulico se tratara. Yo me agarré la polla y empecé a
agitarla con fuerza, mientras el animal me bombeaba encima con toda la fuerza
de su cintura. Por el espejo pude ver como sus manos soltaban mi cintura y se
cruzaba de brazos mientras seguía embistiéndome como una bestia. Aquella imagen
de aquel hombre dándome bien el por culo con los brazos cruzados me calentaba
aún más.
De repente paró sus embestidas y fui yo el que continuó
moviendo la cintura para no perder el ritmo
- Joder,
pero si yo pensaba que era el que me estaba follando su culo y en realidad es
él el que me está follando la polla con su culo – Y soltó una sonora carcajada.
Así estuvimos un buen rato, hasta que me agarró con su fornidos
brazos y me llevó hasta el ventanal, una enorme cristalera que en un lateral
formaba un ángulo de noventa grados. Apoyó cada uno de los brazos en uno de los
lados y se quedó mirando a la playa,
llena de gente, a través del cristal. Abrió bien sus poderosas piernas y dobló
la cintura. Yo tenía su enorme culo delante de mí.
- Vamos
a ver si eres lo suficientemente macho para follarme. Me has dado tanto gustazo
que te voy a dar mi regalo más preciado, mi culo
Yo no podía creerme lo que me estaba diciendo, pero estaba
claro que no podía perder aquella oportunidad.
- Tendrás que lubricarme un poco el ojete, porque estará bien seco y no quiero que me hagas daño, je,je
- No te preocupes, te lo voy a humedecer bien – y me agaché detrás suyo después de darle una fuerte palmada en el culo. Era una forma de darle a entender que era yo quien controlaba las operaciones desde ese momento.
Tenía su hermoso culo a escasos centímetros de mi cara por lo
que podía admirarlo de cerca. Era un culo enorme, bien peludo, con dos prominentes nalgas, duras
como su barriga, seguramente consecuencia del duro ejercicio. Las aparté con
ambas manos y en mitad de la raja apareció un precioso ojete, que parecía pedir
guerra. Acerqué más mi cara y solté un sonoro escupitajo, que empapó toda la
zona. A continuación clavé mi lengua en su caverna, como si fuera un arpón.
Mientras el
osazo soltaba un gruñido de aprobación, mi lengua empezó a juguetear con su
ojete, esparciendo la saliva en su interior. Además me dediqué a recorrer con
mi lengua toda su raja, al tiempo que también mordisqueaba sus deliciosas
nalgas.
Me hubiera pasado horas saboreando aquel manjar, pero tenía algo entre las piernas que reclamaba mi atención, ya que mi polla estaba más dura que un día sin pan.
- ¡Cabrón, fóllame ya, que me estás poniendo el culo a mil! Necesito sentir tu tranca dentro de mí. ¡Y no tengas piedad!
Tras escuchar aquel ruego, me puse de pies, agarré al animal
con fuerza por la cintura, coloqué la punta de mi rabo en la entrada de su
cueva y de un solo golpe se la metí hasta el fondo, hasta que hizo tope. La
sensación fue brutal y más todavía cuando empecé a bombear con fuerza dentro de
él. Mi polla empezó a deslizarse por su interior, hacia delante y hacia atrás,
con un ritmo que era cada vez más violento.
- Así
me gusta campeón, así me gusta que me follen, con la fuerza de un toro – dijo
entre gruñidos el osazo, que había dejado de apoyarse con una de sus manos en
el cristal, para empezar a pajearse su fenomenal miembro.
La cabalgada duró varios minutos hasta que mis pelotas no
pudieron retener más el semen. Empecé a notar que un río de leche había salido
de mis testículos y buscaba una salida hace el exterior. Cuando ví que no podía
contener aquello empecé a bufar al notar el intenso placer del orgasmo. Y
cuando el chorro empezó a salir de mi polla para alojarse en el interior del
aquel animal, solté un sonido casi infrahumano.
- ¡Dame
toda tu leche, cabrón! ¡Descargarla dentro de mí!
No paré de bufar durante toda la corrida, hasta que exhausto
por el esfuerzo, dejé caer mi cuerpo sobre la espalda peluda y sudada del
osazo.
Este se levantó sin decir palabra y en un rápido movimiento
me agarró de la cintura y me levantó como un saco de patatas. Aunque yo estoy
cerca de los 120 kilos, en ese momento me sentí como si fuese una pluma.
Me llevó hasta la cama y allí me dejó caer, eso sí, con
suavidad. Tumbado boca arriba, abrió mis piernas y, casi sin que me diese tiempo
a respirar, clavó su estaca en mi culo.
- ¡Ahora
voy a ser yo el que te llene de leche, cabrón!
Y empezó a empujar con fuerza dentro de mí. Su polla entraba
y salía mientras sus pelotas me golpeaban. No sé cuanto duró aquello pero
cuando su hermoso rostro se empezó a desencajar, estaba claro que la corrida
estaba llegando. Apretó con fuerza sus dientes y empezó a gruñir sin dejar de
bombearme. Cuando hubo descargado todo su depósito dentro de mí, sacó su polla,
todavía dura y chorreando los restos de semen.
- ¡Uff,
que follada! Me has dejado seco.
En su rostro se dibujaba una sonrisa de placer y de
complicidad. Se tumbó a mi lado y empezamos a besarnos apasionadamente hasta
quedar los dos dormidos, abrazados el uno al otro.
Aquellas vacaciones fueron un puro relajo para mí. Comer,
beber y follar con aquel animal, esas fueron las tres actividades principales.
Sólo bajábamos a la playa para darnos algún chapuzón refrescante y para ligar
con algún espécimen de oso, con el que lugar retozábamos en el apartamento, convertido
en osera.
PINONE




No hay comentarios:
Publicar un comentario