Trabajar como
camarero en un crucero no era algo que me apasionase, pero no me quedaba otro
remedio para poder subsistir. Tampoco estaba fácil lo de ligar. La mayor parte
de los clientes eran hombres casados que viajaban con sus mujeres. Y aunque más
de uno me comía con los ojos, nunca pasaba a mayores.
Pero aquel día
ocurrió algo increíble. Poco después de la hora de la cena se presentó en el
bar un tío tremendo, procedente del comedor. Tendría unos 30 años. Medía cerca
de 1,90 y debía pesar unos 120 o 125 kilos. Ancho como un armario. Llevaba un
traje oscuro que dejaba ver que era un hombre fornido. Una barba oscura adornaba su bello rostro. A pesar de su
aspecto viril y un poco rudo, tenía cara de niño grande, de esos que no ha roto
nunca un plato.
Me acerqué a
él y con su mejor sonrisa me pidió un gin tonic.
- Ahora mismo se lo traigo – Y
me di la vuelta como un resorte para traerle lo antes posible su copa
Cuando me di
la vuelta me dio la sensación de que me seguía mirando y yo encantado de que
aquel hombretón estuviese observando mi trasero.
En cuanto mi
compañera preparó su trago se le llevé raudo y veloz. No sé pero tenía la
sensación de que se estaba notando mi nerviosismo
-Muchas
gracias, campeón – me respondió con otra sonrisa más seductora que la anterior
si cabe.
Continué con
mi trabajo, pero sin perder de la vista a aquel animal, que se había recostado
ligeramente en el cómodo sofá que ocupaba. Mientras me movía con celeridad
entre las mesas, no dejaba de fantasear con él. Lo brutal que sería poder
retozar con él en el sofá o donde fuera.
“Seguro que está con su mujer que se ha ido al
camarote porque le dolía la cabeza después de cenar o se está preparando
abierta de patas para que este bestia la destroce” – pensé tratando de no
hacerme falsas ilusiones.
Pero en ese
momento observé que levantaba la mano dirigiendo la vista hacia mí, como si no
quisiese que le atendiese otro camarero. Dejé lo que estaba haciendo y me
abalancé hacia donde el estaba, antes de que algún compañero tomase la
delantera
- ¿Quería algo más señor?
Bueno, sí,
quería algo más, pero no sé si estás dispuesto a dármelo – me contestó
dedicándome una sonrisa y guiñándome un ojo.
- No sé a qué se refiere – le
contesté, un poco nervioso, como si no hubiera captado sus intenciones
- Digamos que me gustaría
conocerte… más a fondo
- Es que ahora tengo mucho
trabajo y no sé si podré ausentarme – contesté. Aunque al final de la frase me
mordí la lengua y cambié rápidamente mi discurso
- Bueno, puedo hablar con una
compañera a ver si puede cubrir mi ausencia durante un rato
- Perfecto, lo único que no te
puedo llevar a mi camarote porque mi mujer está descansando después de la cena
– Y puso cara de circunstancias.
- Ok. Yo conozco un sitio donde
podemos estar solos , sin que nadie nos molesté.
Rápidamente me
dirigí a donde estaba mi compañera y aunque, a regañadientes, aceptó cubrir mi
puesto durante media hora. Eso sí, me dijo que tendría que compensarla otro
dia. En ese momento me daba igual lo que tuviera que hacer.
Así que,
apenas un minuto después, estaba otra vez delante del tiarrón y sin mediar
palabra le hice un gesto con la mirada para que me siguiera.
Cruzamos el
bar y el pasillo hasta dirigirnos a pequeña puerta que daba al exterior del
barco. Era un espacio reducido, que sólo lo utilizaban los empleados cuando
querían fumar. Yo tenía la llave y podía cerrarlo sin que nadie más pudiera
acceder al mismo.
En cuanto
salimos al exterior y cerré la puerta, se acercó a mi y empezamos a besarnos
mientras nuestras manos empezaron a desabrochar la camisa del otro:
- Estás tremendo, tío. Desde
que te he visto estaba deseando que llegase este momento – me dijo mientras se
mordía el labio.
Lo mismo digo
– respondí, mientras terminaba de quitarle la camisa. Un tremendo pecho peludo y una dura barriga igual de peluda aparecieron delante de mí.
Pasé mi mano
por su axila y me la llevé a la nariz, ya que quería impregnarme de su olor.
Después me abalancé sobre su pecho peludo, como si me lo fuera a comer.
- Veo que tienes hambre.
Tranquilo, que te lo voy a dar todo.
Terminó de
quitarme la camisa, mientras no dejaba de besarme en la boca. Nuestros cuerpos
desnudos de cintura para arriba se abrazaron. Entre los dos debíamos pesar unos
250 kilos. Dos pedazos de carne que se apretaban una y otra vez. Metí mi cabeza
debajo de su axila y empecé a chupetearla, saboreando su sudor, con deseo. Así
estuvimos un buen rato, besándonos, abrazándonos y lamiéndonos, hasta que
empezamos a soltar la hebilla del cinturón. Cada uno la del otro. Nos bajamos
los pantalones y las dos pollas salieron al exterior, casi a la vez,
desafiantes. Nos agarramos las pollas y empezamos a acariciárnoslas, mientras
seguíamos comiéndonos la boca intensamente.
Nos separamos
un momento y el hombretón me hizo una señal con la cabeza indicándome que me
agachase. Sin tiempo a responder le obedecí sin rechistar y me agaché delante
de se tarugo. Poco a poco fui metiéndomelo en la boca hasta que me lo tragué
entero y empecé a chuparlo sin parar, de adelante hacia atrás, mientras con la
mano acariciaba sus duras pelotas.
- Así, cabrón, chupas como un
demonio – me dijo entre gemidos
Me agarró con
fuerza de la cabeza para poder bombear mejor su polla dentro de mi boca y
cuando encontró el ritmo adecuado me soltó y siguió empujando su tranca
moviendo su cintura.
Así estuvimos
durante varios minutos hasta que me apartó mi cabeza de mi polla y me dijo
- Para un poco que si no me voy
a correr ahora mismo y quiero seguir disfrutando de este momento durante un
buen rato.
Me puse de pie
y después de que comernos la boca otro buen rato, me separó de él y me empujó
contra la barandilla del barco mientras me decía
- Ahora me toca a mí hacerte
disfrutar – Y se agachó ante mí atrapando mi polla con su boca.
Sentí un
escalofrío al notar sus labios apretando mi capullo y después tragándose toda
mi polla. No cabía duda de que era un experto en aquellos menesteres y yo solía
podía retorcerme de gusto mientras el degustaba mi cipote. Parecía realmente
hambriento ya que cada vez chupaba y mordisqueaba con más fuerza mi miembro.
- Dios!!! Me vas a dejar sin
herramienta – le grité
El no me
respondió. Solo apartó un poco la cabeza para sonreírme y rápidamente siguió
con la faena. Como no tenía bastante con la polla empezó a comerme los huevos.
Yo pensaba que me los iba a arrancar porque tiraba de ellos con fuerza antes de
metérselos en la boca.
Yo no dejaba
de bufar de placer hasta que decidí darle la vuelta y ofrecerle mi culo. El
soltó un gruñido indicándome que esta encantado con el cambio. Y apoyé con
fuerza las dos manos en la barandilla y el empezó a separarme las nalgas a la
vez que profería un segundo gruñido, más fuerte que el anterior si cabe.
Soltó un
fuerte escupitajo que lleno de saliva mi ojete y empezó a recorrerlo suavemente
con su experta lengua de abajo hacia arriba, parándose al final de cada
acometida para restregar contra mi culo su recortada barba, lo cual me
provocaba un cosquilleo que me hacía enloquecer aún más. Yo no podía más que
gemir y retorcerme de placer mientras notaba la brisa del mar sobre mi cara.
Repetía la
operación una y otra vez y su lengua cada vez penetraba más en mi cuerpo. Me
habían comido muchas veces el culo pero aquel animal me lo estaba devorando
literalmente
- Tienes un culo realmente
delicioso. Estaría horas comiéndote este manjar, pero yo también quiero vivir
la sensación de que tener a alguien jugando detrás mio
Y tras darme
una sonora palmada en el culo, intercambiamos de posiciones, despúes de
comernos un buen rato la boca
Ahora era su
culo el que estaba a mi merced, ya que él estaba apoyado sobre la barandilla,
con las piernas bien abiertas. Separé sus nalgas todo lo que pude y empecé a
recorrer su peludo culo con mi lengua, introduciéndola en su ojete todo lo que podía,
como si de un arpón se tratara. Cuando no podía entrar más retrocedía mi cabeza
y volvía con más fuerza.
- Cabrón, como me estás
poniendo el culo, lo tengo ardiendo de gusto. Sigue así, cómetelo todo!!
Y mientras me
decía eso echó su brazo derecho hacia atrás para atrapar mi cabeza y apretarla
contra su culo. Pensaba que me iba a ahogar, pero no por ello dejé de saborear
su hermoso culo.
- Quiero tener algo más que tu
lengua dentro de mí. ¿Estás preparado para follarme? – Y me sonrío ladeando
ligeramente la cabeza.
- Claro que sí. Será un honor
para mí. Encantado de satisfacer a buen cliente, je,je – Le contesté mientras
pasaba mis dedos por su raja. La tenía bien húmeda y preparada para lo que
pudiera venir
Me puse de pies detrás de él y me agarré
la polla para asegurarme de que estaba bien dura. La sentí como una barra de
acero, eso sí, bien caliente.
Se agachó ligeramente para ponerse en la
posición idónea para se enculado. Le puse un poco de saliva con mis dedos en su
peludo ojete y acerqué mi cipote a la entrada de su cueva. Sólo tuve que
empujar suavemente y su agujero se abrió de par para que entrara hasta dentro.
Por sus gemidos me dio a entender que
todo iba perfectamente y que estaba gozando como un animal en celo. Mi polla
también disfrutaba cada vez que entraba y salía de su culo y rozaba las paredes
de su conducto anal.
Le agarré fuertemente sus hombros y
aceleré el ritmo de mis cabalgadas, cada vez más fuertes, cada vez más
violentas
- Así, fóllame con más fuerza, más
duro – acertaba a decir entre gemidos de placer
- Te daré todo lo que quieres.
Estoy a tu completo servicio. Tus palabras son órdenes para mí
- Quiero ver la cara de cabrón
que pones cuando me estás follando.
Dicho y hecho. Le saqué la polla y acerqué una tumbona bien
grande para que aguantara el peso de dos hombres de más de 120 kilos y le tumbé
mientras el se abría bien piernas. Sin perder un instante le agarré de los
tobillos y le metí la polla hasta dentro, con menos sutilezas que la primera
vez.
- ¡Hostia! Ahora sí que me has
empotrado – e hizo un gesto de dolor, que rápidamente se transformó en sonrisa
cómplice – Fóllame con todas tus fuerzas, cabrón!
Yo ya sudaba como un auténtico cerdo y seguí empujando una y
otra vez como si fuese un martillo neumático aquel agujero que tanto placer me
estaba dando. Mi cara se retorcía mientras él me miraba con deseo y me decía “follame más” entre dientes. Con
una de sus poderosas manos se agarraba y se meneaba su dura polla
Así estuvimos largo rato hasta que ya no
pude más y empecé a notar que la leche empezaba a subir por mi polla.
- Me voy a correr!!!
Apenas pude terminar la frase cuando empecé
a soltar mi semen en su interior. Yo empecé a bufar y seguía empujando dentro
de él, como deseando que aquello no terminara nunca.
- Yo también voy a explotar!! –
Y un espeso chorro de semen comenzó a salir del extremo superior de su rabo,
como si de un geiser se tratara
Una vez hubo soltado la leche, relajó su enorme cuerpo y yo aproveché
para chupar la punta de su rabo, en la que todavía había abundante semen
- Joder, me has dado un
servicio increíble – acertó a decir, todavía jadeante, acariciando mi cabeza
- Ha sido un placer para mí –
le respondí, levantando mi cabeza y dedicándole mi mejor sonrisa.
- Ahora tengo que dejarte, pero
mañana te puedo dar una buena propina. Creo que te has quedado con ganas de
probar mi rabo, ¿no?
- Sí, claro, el cliente siempre
tiene razón – y empecé a besarle apasionadamente recostándome sobre su corpachón.
El crucero duro varios días más y cada
noche, después de cenar, el cliente encontraba la escusa perfecta para quedar
conmigo. Y cada noche era mejor…
PINONE




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