viernes, febrero 11, 2022

MECÁNICO EN PRÁCTICAS

 

Desde pequeño me han apasionado los coches. Por ello decidir estudiar una FP de automoción, concretamente de electromecánica. Después de casi dos años  solo me faltaba realizar las prácticas en un taller de coches para obtener el título. A través de la escuela de FP me pusieron en contacto con un taller que quedaba bastante cerca del pueblo en el que vivía. El tutor del centro se encargó de todos los trámites y me dijo que me presentase allí a las 8 de la mañana del lunes. Era un taller pequeño, en el que trabajaban el propietario y un par de empleados. Pero era lo que menos me importaba, ya que lo que me interesaba era poner en práctica todo lo aprendido en la escuela. El lunes a las 8 de la mañana estaba en la puerta del taller, nervioso, pero muy ilusionado. Vestido con un chándal y la bolsa con la ropa de trabajo.  La puerta estaba abierta y entré con cierto recelo:

-    ¿Hay alguien? – pregunté.

-  Sí, chavalote, pasa. Estaba esperándote – Una voz ronca y viril se escuchó desde el fondo del taller.

En pocos segundos presentó ante mí un tiarrón de 1,80 metros y unos 125 kilos. Tendría cerca de los 50 tacos. Poco pelo sobre la cabeza y una perilla bien arreglada. Estaba embutido dentro de un buzo bastante gastado por el trabajo y al moverse marcaba un paquete más que  prominente. Aunque tenía un rostro bastante fiero, con cara de pocos amigos, esbozó una hermosa sonrisa al situarse ante mí.

-   Vaya, o sea que tu eres el nuevo cachorro que nos mandan de la escuela. Aunque más que mecánico tienes pinta de granjero,ja,ja – Y sonó una sonora carcajada, mientras se llevaba una de sus manos al paquete, con poco disimulo.

La verdad es que tenía algo de razón. Yo había nacido en una granja y estaba acostumbrado al duro trabajo del campo desde pequeño. Y gracias a ello, a mis 20 años,  tenía  una constitución bastante fuerte y unas manos endurecidas por la labor del campo.

-   Bien, bien, supongo que habrás aprendido mucho de mecánica en la escuela. Aquí trabajarás en un taller de verdad, con mecánicos de verdad.- y volvió a sonreírme

 -    Sí, y yo encantado de aprender todo lo que pueda – acerté a contestar presa por el nerviosismo por la situación y por la presencia de aquel mastodonte a pocos centímetros de mí

 -  Ok, pero antes de empezar con el curro quiero darte un regalo de bienvenida, si es que te apetece.- y volvió a llevarse la mano a su descomunal paquete, acariciándolo suavemente.

 -  No sé que puede ser, pero todos los regalos son buenos – respondí, poniendo cara de sorprendido

 -   Me refiero a esto – y se bajó la cremallera hasta abajo, sacándose el cipote que ya estaba duro de tanto toqueteo. Era un miembro grande y grueso, pero lo que más llamaba la atención era el tamaño de sus pelotas, que parecían 2 bolas de billar metidas dentro de un saco

 -  No te asustes, chaval. Te presento a la central lechera – y soltó una sonora carcajada -  Falta casi una hora para que empiece la jornada de trabajo y por el brillo de tus ojos veo que te apetece retozar un poco conmigo antes de empezar a darle al tajo.

-  Sí, jefe – respondí sin dar crédito a lo que estaban viendo mis ojos. Aunque sabía que no era mi jefe, me excitaba mucho llamarle de aquella manera

Me acerqué a él y agarré con mi mano derecha el tallo de su herramienta mientras mi boca empezó a saborear su hermoso capullo. Tenía un sabor salado y estaba muy caliente. Poco a poco fui bajando por el tarugo hasta meterme casi todo el rabo en la boca. Cuando noté una arcada me lo saqué de la boca mientras miraba de reojo, complaciente, al mecánico.

-  Así, chaval, así me gusta. Veo que vas aprendiendo rápido. No sé si te han enseñado a chuparla así en la escuela, pero lo haces de puta madre.

Yo no tuve tiempo de contestarle, ya que mientras con una mano empecé a acariciar sus enormes pelotas, volví a meterme su polla en la boca, para seguir succionando, arriba y abajo sin parar. De vez en cuando me lo sacaba de la boca para repasar con la lengua todos los recovecos de su polla y lamer sus hermosos huevos.

- Joder, como estás poniendo, cabroncete, como seas tan bueno arreglando motores…

Así estuvimos un buen rato, yo comiéndole el cipote, mientras él dirigía los movimientos de mi cabeza con la ayuda de su mano, hasta que se detuvo y me miró sonriente.

-  Quiero saber que tesoros escondes debajo de ese chándal. Quitatelo antes de que te lo arranque a mordiscos y le des un disgusto a tu madre.

Obedecí sin rechistar y en pocos segundos estaba en pelota picada delante de aquel hombretón. Mi polla estaba dura como una estaca.

-  Umm, tienes buena herramienta y el resto de la armadura tampoco está nada mal. Se ve que estás acostumbrado a trabajar en el campo, sin necesidad de ir al gimnasio para marcar músculo.

Me sentí halagado por sus palabras, pero yo también quería ver su cuerpo entero desnudo. Y pude verlo de inmediato en su esplendor. Se libró de la parte superior de su buzo de trabajo y todo él cayó al suelo. La única prenda que no se quitó fueron las botas de seguridad. Brazos poderosos, forjados por el duro trabajo, un pecho enorme, adornado de abundante vello, una barriga prominente, pero dura y dos piernas que parecían columnas. Y por supuesto, aquellos genitales que ya había disfrutado con mi boca y con mis manos.

-   Siéntate encima del capó del coche, que quiero saborear tu rabo.

Me senté encima del capó y él se agachó ante mí. Me agarró de las pelotas con una mano y acercó sus labios a mi polla, que ardía en deseos de ser devorada. Y no se hizo esperar. La primera mamada fue brutal, parecía que me iba a arrancar el miembro de cuajo. Yo no podía hacer nada más que suspirar y agarrar su cabeza, tratando de apaciguar su ímpetu. Pero no era fácil. El osazo estaba hambriento aquella mañana y mi polla era su manjar.

Apoyé mi mano derecha sobe su fornido cuello para controlar los movimientos de su cabeza y después recorrí su enorme espalda. Mientras el mecánico seguía devorando mi polla, una y otra vez, casi hasta atrangantarse, al mismo tiempo que seguía apretando  con fuerza mis pelotas. La mamada fue brutal y duró más de 10 minutos, hasta que apartó su cabeza y me dedicó una sus mejores sonrisas.

-  Ven, vamos a jugar dentro del coche. Seguro que te gusta.

Se levantó, abrió la puerta del coche y dejo caer su enorme corpachón sobre el asiento del copiloto.

-  Mi fúsil está con ganas de taladrarte, pero primero quiero que le des un último repaso

Me puse delante de él, arrodillado sobre el frío suelo del taller y empecé a devorar otra vez su minga.

- Espera, primero quiero que te comas mis pelotas… si es que puedes con ellas, je,je

Me saqué la polla de la boca y casi sin tiempo para respirar empecé a chupar una de aquellas enormes bolas. Nunca había visto unos testículos de aquellas dimensiones, parecían más propias de un toro que de un ser humano. A duras penas conseguí meterme una de ellas en la boca, mientras acariciaba la otra con la mano. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para aguantarme la arcada, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para satisfacer a aquel animal. Cuando terminé con una empecé con la otra, primero chupando bien el forro para después metérmela en la boca… bueno, hasta donde podía

Mientras yo me comía sus pelotas, el mecánico bufaba de placer agarrándose al techo del coche.

-  Así, cabrón, que bien te comes mis marmitas. Me estás poniendo a mil por hora. Sigue ahora con el rabo.

Avancé con mi boca hacia arriba y después de chupar  el rosado capullo de su tarugo, me lo tragué entero. Una vez llegué a la base del cipote, empecé a succionarlo arriba y abajo. El mecánico agarró mi cabeza con una de sus enormes manos para acompañar el movimiento.

-  Ostias, como sigas así vas a vaciarme las pelotas antes de tiempo. No sé si sabrás de electromecánica, pero desde luego sabes ordeñar a un macho de puta madre. Qué cabronazo eres.

Aquellos halagos no hicieron más que ponerme más caliente todavía y seguí mamando la polla del mecánico una y otra vez.

-  ¿Quieres sentarte en mi tranca? – Me propuso, guiñándome un ojo.

-  Será un placer para mí – le contesté, mientras me ponía de pie y me daba la vuelta

- Espera un poco. Primero te voy a lubricar bien el ojete, no vaya a ser que te destroce con mi herramienta.

Me doble hacia adelante apoyando una de mis manos en la puerta del coche para no caerme. El mecánico me agarró con fuerza, acercó su boca a mi culo y soltó un sonoro escupitajo que empapó la entrada de mi cueva. Después acercó su lengua y empezó a esparcir la saliva por el ojete hasta perforar el agujero con la punta . Me habían comido el culo muchas veces ya, pero sentir aquella poderosa lengua en mi interior fue una sensación increíble

-  Creo que ya estás preparado para sentarte en el trono – y me dio una fuerte palmada en el culo.

Acerqué mi culo a su rabo, dándole la espalda y agarré con fuerza el tarugo buscando la entrada de mi culo. Cuando lo coloqué sobre la vertical, empecé a descender con suavidad hasta que hizo tope con su capullo. Moví un poco la polla del mecánico hasta colocarla justo en mi agujero y seguí bajando poco a poco. Aunque al principio el dolor era intenso, e incluso solté un juramento,  según iba entrando dentro de mí, me fui relajando y sintiendo un intenso placer.

Una vez que estuve bien empalado por la tranca del mecánico, empecé a cabalgarlo, subiendo y bajando, al principio con suavidad, pero cada vez con más ritmo.

-   Hostia! Cabálgame la polla cabrón, ¡cómo me estás haciendo gozar! – acertó a decir el mecánico, recostado sobre el asiento del copiloto, mientras mi culo bombeaba sobre su tarugo.

Así estuvimos varios minutos, hasta que el mecánico me dio un pequeño empujón, dándome a entender que quería salir fuera. Salí del coche y le di la mano para levantar su corpachón del asiento. Cuando ambos estuvimos fuera del coche, me dio una fuerte palmada en el culo e indicándome que me tumbase boca abajo sobre el capó del coche.

-    Antes de follarte quiero comerme bien ese culo tan rico.

El mecánico levantó un poco mi pierna derecha y separando mis nalgas con sus manazas, metió su lengua en mi raja. Me dolía un poco el ojete de la follada y aquello me sirvió como calmante. Pude sentir como metía todo el  morro entre mis nalgas con su experta lengua como ariete. A veces me embestía con la lengua, otras veces me lamía de arriba abajo toda la zona y otras veces se dedicaba a mordisquearme las nalgas.

Así estuvimos un buen rato hasta que apartó su cara y mordiéndose la parte inferior del labio dijo:

-  Me pasaría todo el día comiéndome este culo tan delicioso, pero tengo algo entre las piernas que me está pidiendo guerra.

Se puso de pie y casi sin tiempo a que  me preparara, colocó su capullo en la entrada de mi culo y con un fuerte golpe de riñones me la metió de golpe, hasta el fondo. La embestida fue brutal y me temblaron hasta las piernas, pero no quise demostrar ningún signo de debilidad.

El mecánico me agarró con fuerza, con una mano en el hombro y otra en la cintura, y  empezó a bombearme con la fuerza de un toro, mientras yo me agarré la tranca y empecé a meneármela. Aunque a muchos tíos se les baja la erección cuando les están penetrando, mi mango parecía una barra de hierro. Cada vez que entraba dentro de mí, sus  enormes pelotas chocaban en mi culo, producían  un sonido seco, que podía escucharse en todo el taller.

Así estuvimos durante varios, minutos, yo pajeándome con fuerza, mientras el mecánico me embestía una y otra vez.

-   Creo que voy a correrme – le dije, notando que el semen empezaba a salir de mis pelotas y no podía pararlo

 Espera cabroncete, quiero ver tu cara mientras te corres y también que veas la mía.

Y sacando su polla de mi interior, me dio otra fuerte palmada en el culo para que me diese la vuelta. Apoyando mi culo sobre el capó del coche, levanté mis piernas hasta colocarlas sobre los hombros del mecánico. El agarró mis piernas con sus manazas y con otro golpe de riñón, me metió la herramienta hasta el fondo. Yo me agarré la polla y empecé a agitarla otra vez hacia arriba y hacia abajo.

-  Vamos a darlo todo, cabrón, hasta el final. Tengo ganas de ver como sale un chorretón de leche de esa estaca que tienes entre las piernas – me dijo entre dientes mientras me bombeaba una y otra vez, con el rostro casi desencajado y completamente sudoroso.


No sé cuanto duró aquella batalla final ya que había perdido el sentido del tiempo. Los dos estábamos empapados, repletos de sudor y fuera de nosotros mismos. Si en ese momento hubiera entrado alguien en el taller, se hubiera encontrado con un espectáculo difícil de olvidar.

De pronto, empecé a notar que mis pelotas no aguantaban más y en poco segundos un primer chorretón de leche empezó a salir con fuerza de mi polla, cayendo con fuerza sobre mi estómago. A ese primer lechazo le siguieron dos o tres más hasta que ya no pude más y me dejé caer sobre el capó.

El mecánico seguía a lo suyo empujando dentro de mí, hasta que empezó a bufar como un animal y su hermoso y sudoroso rostro se contrajo. Soltó un gruñido más propio de una bestia y mordiéndose con fuerza el labio inferior empezó a soltar toda su leche dentro de mí.

-  ¡¡Dios, dios!! – era capaz de articular el mecánico mientras su semen inundaba mis entrañas.

Cuando hubo derramado toda la producción láctea de sus enormes pelotas dentro de mí, dejó caer su corpachón sobre mí y empezó a comerme la boca, sin sacar todavía su polla de mi culo, como si no quisiese que aquello terminase.

-  Joder, qué cabrón eres, estás como un queso y además follas como un hijo de la gran puta – y soltó un sonora carcajada, mientras seguía besándome

Poco segundos después se apartó de mí y me dijo con cara de pena:

-   En cinco minutos aparecerán mis empleados por la puerta y no quiero que me pillen así, je,je. Date una ducha rápida y enseguida empezaremos con el trabajo. Y dándome una última y sonora palmada en el culo, me indicó la dirección hacia el  pequeño vestuario del taller.

Cuando se abrió el taller a las nueve de la mañana, parecía que no había pasado nada, aunque yo estaba molido por la paliza de la sesión matinal de sexo y con el culo bien escocido después del repaso que le había dado aquel animal con su herramienta.

Aquellos tres meses fueron increíbles, no sólo por lo que aprendí de arreglar coches, sino, sobre todo, por las increíbles folladas con el mecánico. Había días que madrugábamos para darnos un homenaje antes de empezar la jornada de trabajo y otras veces nos quedábamos a solas después de cerrar el taller. 

PINONE

1 comentario:

Anónimo dijo...

Q dura es la vida del estudiante 🤣